Fernando Vazquez Rigada

Fernando Vázquez Rigada

El tiempo corre contra Enrique Peña Nieto.
Cada día que pasa sin resolverse la crisis de Iguala, su capital desciende. El mensaje presidencial se agota y amenaza con caer en el fango del lugar común.
El único lenguaje admisible es el de los resultados. Contundentes. Indubitables.
Los resultados pasan por la línea de saber qué ocurrió, cómo ocurrió, quienes están involucrados de manera directa y quienes deben irse por negligencia y omisión. Y eso no se agota en la esfera local.
El presidente debe integrare un mapa de navegación que garantice al país que esto no va a volver a ocurrir. Esa es la dimensión del reto que enfrenta. Iguala no puede suturarse para que una nueva hemorragia estalle en otra parte del país.
Un análisis de la coyuntura debería tratar de identificar si diversos puntos se unen o no: la aparición del ERPI, el conflicto del Poli, la ejecución de un diputado federal y el ajusticiamiento del secretario general del PAN en Guerrero.
La única forma de sobrevivir a una ola como ésta es montarse en ella. El presidente debe retomar la iniciativa mediante un ejercicio de creatividad, alta política y prospectiva.
El diagnóstico imprescindible que debe estar sobre la principal mesa de toma de decisiones del país debe concluir que esta es una crisis de estado y que es estructural. No puede resolverse de otra forma. Los paliativos sólo pospondrán los conflictos.
La herida debe cerrarse pronto. El país está ya en un proceso electoral. A partir de enero, la polarización propia de una elección intermedia y de renovación de 9 gubernaturas atizará las pasiones ciudadanas. La perspectiva económica se ha descompuesto. Europa desfallece. China se desacelera. El petróleo cae: sus precios decaídos comprometerán inversiones de la ronda uno. Estados Unidos deberá determinar si, bajo la recuperación de su crecimiento, eleva las tasas de interés o las mantiene un tiempo más.
Ese es el panorama a enfrentar. Lo inmediato, empero, es despresurizar la irritación ciudadana. Desmovilizar a los grupos estudiantiles. Blindar el conflicto de contagiarse del activismo radical de grupos guerrilleros, autodefensas o anarcos. Cubrir el flanco externo para evitar pagar mayores costos en la imagen del país.
Sobre todo, hacer un análisis meticuloso y objetivo de que fue lo que falló. Y actuar en consecuencia.

@fvazquezrig

octubre 20, 2014

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