Fernando Vazquez Rigada

Fernando Vázquez Rigada.

 

Lo he dicho antes. Lo mejor del PRI es su vocación de poder. El partido tricolor es ducho en el manejo de los resortes de autoridad. Posee gran habilidad política. Es astuto. Tiene reflejos ejemplares. La política se funde en él.

Lo que no se le da es la economía y la responsabilidad.

En el periodo posrevolucionario, Calles y Cárdenas construyen el andamiaje institucional que pervive hasta nuestros días. En el maximato se crean grandes instituciones, se frena la violencia descarnada de la guerra civil y se funda el PNR que, guste o no, le brinda estabilidad y hasta crecimiento a la República. Cárdenas hace política pública el ideario más puro de la revolución. Termina para siempre con la tentación de la reelección (de jure o de facto), reparte la tierra, organiza el movimiento obrero y expropia el petróleo.

Dos sexenios después, el país se precipita a la estrechez. Alemán emprende la industrialización. Construye. Inaugura presas, carreteras, puentes. Aspira -dice- a que todos los mexicanos manejen un Cadillac y fumen puro. Pero el precio del sueño guajiro es la quiebra, Ruiz Cortines tiene que devaluar la moneda. Entra una etapa de desarrollo estabilizador que se mantendrá por más de dos décadas.

La fatalidad comienza en los setentas, cuando un Presidente, Luis Echeverría, aspira a modificar la realidad de todos mediante su capricho. Dice: la economía se maneja en Los Pinos: premonición de lo peor. Su sexenio acaba en devaluaciones, cierre de bancos, rumores de golpe de estado, confrontación estéril con el sector privado, expropiación. La tragedia se repite, peor, seis años después. José López Portillo arruina para siempre el modelo de desarrollo. Lo desfonda. Lo pervierte. La deuda encadena el futuro nacional. Aparece la inflación, la escasez.

Miguel de la Madrid no logra suturar la hemorragia que recibe. Advierte a sus colaboradores antes de iniciar su gobierno: no los invito a una fiesta, sino a un funeral. Casi. La moneda se devalúa sin cesar. Caen los precios del petróleo. Truena la bolsa. Llega Carlos Salinas a cambiar el modelo económico, abre el país a la competencia y toca intereses. El déficit carcome una economía que -cree Salinas- está atada a su prestigio de estadista. Esa vanidad pospone una devaluación que urgía. El país vuelve a reventar y esta vez, junto con el PRI.

En la alternancia, quedan las dudas serias, fundadas, de la manifiesta incapacidad de los hombres del partido para administrar bien los recursos públicos. Sobran los Moreira, los Herrera, los Ruiz, los Borge, que pueden quebrar en meses a estados que tienen economías equivalentes a países.

Los focos están encendidos y los observadores comienzan a hacerse preguntas.

En dos años de gobierno, la deuda del país ha crecido 10 puntos del PIB. El año entrante será superior al 42% del producto. Se siguen autorizando y acumulando déficits.

En sí, tener déficits no es el problema central. El problema es que se ha disparado el sobre ejercicio y no hay crecimiento.

Endeudarse, ¿para qué?

México requería más inversión, no hay duda. Mejor infraestructura. Impulso a más sectores. Pero todo eso sólo se logra si se acompaña de competitividad, de esquemas integrales, de una agenda nacional, para impulsar el crecimiento y la distribución de la riqueza.

Está claro que, al menos en el corto plazo, las inversiones públicas no han sido suficientes para mover a México. Ya no lo harán. La economía es demasiado grande para lograrlo. La inversión pública es una condición necesaria, no suficiente, para acelerar el desarrollo. Ya lo vimos.

Apostar a que la economía crezca y eso diluya el déficit es arriesgado. Las reformas podrán mandar señales importantes a los mercados, sin duda, pero tenemos temas centrales que no funcionan: estado de derecho, poder judicial, transparencia, federalismo, eficiencia institucional, seguridad.

Cuidado. La deuda no es la solución. No por sí misma.

No hay duda: lo mejor del PRI es su vocación de poder. Pero habría que recordar a Aguilar Camín: los organismos no viven lo que dura su órgano más fuerte, sino hasta que resiste el más débil.

 

@fvazquezrig

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