Fernando Vazquez

20/08/2012

La economía mundial sigue padeciendo signos de desaceleración importantes. El crecimiento de la economía global se espera será de 3.1%, pero esta cifra debe verse con cuidado. Los grandes polos de desarrollo están teniendo una desaceleración pronunciada. El mundo desarrollado crecerá sólo un poco más del 2%. Asia (excluyendo a Japón) y Oceanía impulsarán el crecimiento mundial con tasas superiores al 6%.

La Unión Europea está en recesión, y su economía se contraerá 0.6%. China ha reducido su expectativa de crecimiento a 8.1%, dos puntos por debajo del crecimiento de hace dos años y la India crecerá algo más de 6%: cuatro por debajo del 2010. Los Estados Unidos, para nuestra fortuna, empiezan a aflojar el paso pero registrarán 2.1% de crecimiento.

La economía mexicana crecerá este año cerca del 3.8%. Es una buena noticia. Por primera vez en varios años, esta tasa será superior al promedio de América Latina. Por primera vez en más de un lustro, también, la economía nacional crecerá más que la brasileña. A Brasil le está afectando la contracción europea y la desaceleración de China, India y de sus socios latinoamericanos.

Por lo mismo, el Estado brasileño echó a andar un ambicioso programa de estímulo que consiste en tres vertientes. La primera de ellas, enfocada en el desarrollo masivo de infraestructura inyectará a la economía más de 60 mil millones de dólares en el tendido de autopistas, redes férreas y aeropuertos. Faltan dos anuncios adicionales que tendrán que ver con sectores vinculados a la innovación y otro con respecto a la reducción de costos de energía, que traerá el doble efecto de generar ahorro en lo hogares e impulsar la producción industrial.

Las cifras de crecimiento de la economía mexicana arrojan dos lecciones. Primero, la tasa debe verse con reservas: la economía nacional registra crecimientos más altos en años de elección presidencial. En el afán de ganar las elección, el Estado mexicano (en sus tres niveles de gobierno) suelta la maquina de los recursos y calienta la economía. Por eso las tasas más altas de este siglo se han registrado en el 2000 y en el 2006. Con todo, es un ejemplo de lo que podría ocurrir si tuviéramos una política más audaz con respecto al crecimiento.

Segundo, aún sin cambios, la economía puede crecer a tasas aceleradas. Si el estado mexicano decidiera utilizar todos los instrumentos a su disposición para propulsar un crecimiento acelerado con estabilidad, esto podría lograrse. Todos los instrumentos incluyen la inversión pública pero no se agotan en ella. Está la formulación de alianzas público privadas, la determinación de estímulos sectoriales, la generación de bancos de proyectos, la articulación de una política industrial, el impulso al financiamiento productivo desde el flanco público y privado, la optimización del sistema de adquisiciones, la mejora regulatoria y un largo etcétera.

Parafraseando a Fouché, tener los elementos para crecer a tasas aceleradas y no hacerlo no sólo es un crimen: es una estupidez. México debe enfocarse no sólo  a generar riqueza, sino a distribuirla. Para llevar prosperidad a los hogares, hay que usar todos los instrumentos a nuestro alcance. Si faltan hay que crearlos. Si hay obstáculos, removámoslos.  El futuro se escribe, siempre, hoy.

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