Ariculos 2011

 

03/10/2011

Al país le urge retomar sus valores éticos. No se trata sólo de un asunto que compete al poder público. La disolución de valores está presente en la sociedad en su conjunto. No es explicable, de otra forma, que la degradación de la vida nacional sea tan extensa y tan profunda, que los niveles de crueldad se incrementen, que el crimen logre reclutar a tantos, que la corrupción se esparza, que los recursos públicos que van a instituciones privadas se desvíen.

Los medios de comunicación no son la excepción. El desarrollo democrático de un país depende de la interacción de un conjunto de instituciones: públicas, privadas y sociales. Los medios tutelan una porción de derechos centrales para la vida en libertad. Se trata de una gama de derechos amplia: libertad de expresión, derecho a la información, transparencia, acceso ciudadano.

Los medios son, por su naturaleza, un contrapeso al poder público. Son el instrumento para profundizar el escrutinio público. Son, por tanto, los mecanismos centrales para formar opinión, para investigar, para facilitar la confrontación de ideas y de criterios.

Con todo, se sabe que no hay derechos sin obligaciones. Las obligaciones de los medios no son pocas ni menores. La primera de ellas es la responsabilidad: el deber de verificar la información, de garantizar que el ciudadano tendrá a su alcance información cierta, veraz, verificada y sustentada en un trabajo de investigación serio. Otra es su responsabilidad ética: tener la altura de miras para determinar las fronteras de lo público y más: de lo publicable. Sólo hay algo peor que no tener medios: tener medios sin ética y carentes de responsabilidad.

Cuando un medio decide publicar información está obligado a proteger los derechos de terceros por encima de sus propios intereses. Los derechos de los ciudadanos que los medios no pueden, no deben (o no deberían) tocar son aquellos que tienen que ver con su intimidad, con su privacidad, con su decoro. La determinación de qué material debe publicarse tiene que ver con el interés público, y cuando ese interés es socavado por una acción privada, debe existir claramente una transgresión de carácter legal, moral que afecte de manera indubitable a la colectividad.

De otra manera, los medios pueden caer en la tentación de convertirse en jueces morales, en inquisidores de la vida privada, en mercaderes del morbo o, peor, en verdugos de la vileza.

Todo mexicano, por serlo, tiene el derecho a elegir libremente su credo, su ideología, su preferencia sexual, su ideología. Más: tiene la libertad absoluta de determinar su forma de vivir y de buscar la felicidad. A esto, universalmente, se le llama la libertad de elegir.

Cuando esa elección no afecta  a terceros ni a viola la ley, la sociedad está obligada a respetar esa decisión, aun si no se comparten o se contraponen a nuestro propio concepto de libertad, de felicidad. Subrayo: hablo de respeto y no de tolerancia. El respeto acepta al otro como es e implica ser sensible a sus sentimientos. La tolerancia implica solamente transigir con algo con lo que no se está de acuerdo.

Construir una ética del respeto constituye el basamento de un régimen de libertades y de una vida común plenamente democrática. Eso no se puede lograr sin el concurso de los medios. Cuando un medio abandona su responsabilidad y su ética, pasa a ser un instrumento: de intereses mezquinos del afán de enriquecerse, de la tentación del mesianismo. El medio entrega, así, su voz para convertirse en vocero de otros: una voz que lo mismo calumnia, que envilece, que desinforma.

Tristemente, cada vez más observamos cómo desde algunos medios se deja de criticar para destruir; como se deja de verificar información para validar, publicándolo, el rumor. El periodismo de investigación se erosiona, para que florezca el periodismo de la filtración. Otros medios, también, conculcan el derecho al acceso, a la rectificación, a la aclaración o al equilibrio editorial.

Es momento que, desde los medios, hagamos una reflexión seria sobre la responsabilidad que se tiene con el desarrollo del país. La credibilidad ante la sociedad va en juego. Las contribuciones centrales a una vida mejor, también. Es preciso garantizar a la sociedad que los mejores medios serán los medios más serios, más responsables, más democráticos y transparentes.

Hago estas reflexiones desde un medio que siempre se ha caracterizado por su profesionalismo y que invariablemente ha honrado su oferta pública: voz en libertad. He tenido la fortuna de colaborar o participar en muchos medios que cumplen con su compromiso con la sociedad. Pero es imposible pasar por alto la tendencia de muchos medios que han decidido ser empresas del sensacionalismo antes que vigías de la libertad.

Si los ciudadanos votan porque los medios más influyentes sean los más vendidos; si la circulación se va a determinar en el futuro por el peso a la información escandalosa aunque avasalle la dignidad de los demás y pese a que no tenga la información contenido periodístico; si la sociedad determina que la libertad de expresión se mide por llevar a portada información falsa aunque sea sabrosa para acompañar el café; si se decide que los mejores medios serán los que promuevan la nota que más morbo genere y no la información que más forme; si todo eso opina la mayoría, respetuosamente, disiento.

octubre 4, 2013

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