GANADORES
Enrique Peña Nieto. El presidente logra, pese a sus bajos niveles de aprobación, pese a las altas tasas de rechazo a su partido, pese a que la economía no despega, ganar la mayoría en la Cámara de Diputados. Lo hace con una votación raquítica pero con una buena estrategia, como se verá adelante. El PRI obtiene sólo el 29% de la votación: la más baja de su historia, solo superada por el imbatible Roberto Madrazo, que hundió al tricolor al 28%.
Gran parte de sus distritos proviene de la operación de los gobernadores. En Coahuila, Tamaulipas, Zacatecas, Durango, Hidalgo, Quintana Roo, Tlaxcala, Nayarit y Chiapas.
Peña no obtiene una victoria total, pero casi. Las elecciones locales pasan a un segundo plano, por el momento, pues el tener el control del Congreso significa tener el sartén por el mango. Se controla el presupuesto. La aprobación de las cuentas. La fiscalización de los estados. Se convierte, además, en el primer presidente en tener mayoría tras la elección intermedia desde la época de Carlos Salinas, cuando barrió a las oposiciones en 1992. Zedillo perdió la elección de 1997. También Fox y Calderón.
De ese tamaño es el logro de Peña. Controlar el Congreso debería servirle para relanzar su gobierno o, en caso contrario, fatalmente, para garantizar que todo siga igual. Business as usual.
Andrés Manuel López Obrador. El Peje impulsa a Morena hasta los linderos de ser la nueva estrella de la izquierda mexicana. En su primera elección en solitario, López Obrador demuestra de qué está hecho. Le arrebata el control de la capital al PRD. Gana delegaciones de gran importancia. Gana la mayoría en la Asamblea del DF. Gana posiblemente 40 diputados. Obtiene más de 3 millones de votos: por encima del 8% nacional que lo convierte en la cuarta fuerza política nacional. La fuerza de López Obrador se refleja en su penetración en el DF. Pero no se detiene ahí: obtiene medio millón de votos en el Estado de México, 300 mil en Veracruz y más de 150 mil en Puebla y Oaxaca.
Morena es López Obrador: en su comunicación y en su estrategia. El líder de la izquierda más dura ha tenido un mensaje simple y consistente: el gran problema de México es la corrupción y ésta no terminará mientras no se vaya una mafia que controla el poder. Reduccionista, sí. Memorable, sí. Efectivo, sin duda.
No cabe duda: López Obrador se enfila a competir, otra vez, como actor central en la campaña presidencial del 2018.
Manlio Fabio Beltrones. El político sonorense se lanzó de frente a hacer campaña por todo el país. Se destapó para dirigir el PRI, a sabiendas que hay un grupo compacto alrededor del presidente Peña que le quería cerrar la puerta. Antes de llegar a Insurgentes Norte, Beltrones tenía que pasar una aduana: ganar la gubernatura de su estado, Sonora. Beltrones impuso su voluntad para nominar a Claudia Pavlovich. Se enfrentó a uno de los operadores de tierra más temibles: Guillermo Padrés. Beltrones lo dobló. Habilísimo, cuando Pavlovich caía y la elección se empataba, se metió directo al estado; desafió al gobernador y recibió la andanada de golpes de Padrés. La estrategia funcionó. Beltrones no tenía nada que perder. No estaba en la boleta. Padrés y su gente se comieron el anzuelo distractor.
Parece muy poco probable que se le niegue a Beltrones la presidencia del Partido. Desde ahí, se encarta directo en la sucesión presidencial.
Independientes. El Bronco es el menos independiente de los candidatos independientes. Con todo, su candidatura y su éxito rotundo (48% de los votos), es un factor que lo cambiará todo. Game changer, lo llaman en Estados Unidos. Su contagio será inevitable. Pese a las restricciones tramposas a las que estuvo sometido (indefinición de topes, prohibición de acceso a TV y radio) el Bronco borra del mapa al PRI y al PAN. Los independientes florecerán por todo el país. ¿A qué costo? Lo veremos. Los partidos, por malos que sean, generan estabilidad y certidumbre. Los independientes son, por lo mismo, inescrutables. Y nada peor en política que no saber a qué atenerse.
Partido Verde. Increíble. La leyenda que debería inscribirse como slogan del Verde es «el crimen paga». Literal, el PVEM se dedicó a violar la ley del primero al último día de campaña. Sus atropellos comenzaron con la confección de informes legislativos patito, contratación masiva de anuncios en cine, pasando por pagar 200 mil pesos a decenas de artistas y al piojo Herrera por tres tweets (ilegales) el día previo a la elección. Culmina con la intromisión abusiva del gobernador de Chiapas, Manuel Velasco, que con una elección de estado gana todos sus distritos. Con todo, su bancada será la cuarta más importante de San Lázaro, quizá de hasta 48 diputados, poco menos de una decena menor que la del PRD.
Aún si tuviera un umbral menor de diputaciones (debido a la repartición de plurinominales) el crecimiento del Verde es exponencial. Su actual bancada es de 27 diputados. En la elección intermedia anterior (2009) tuvo 22. Hoy tendrá 20 más.
Pero cuidado: pensar que el Verde creció de manera exponencial en sus votos es un error. La violación de la ley no le trajo un caudal arrollador de votos. Su votación sólo se incrementó en un modestísimo 1%. Fue la elección de estado. Chiapas, gobernado por un Verde, le da 659 mil votos: el 46% de la votación en ese estado. Esa suma es más que el resultado acumulado en las siguientes tres entidades donde obtuvo mayor votación: Veracruz, Estado de México y Guanajuato, en donde no pudo llegar a 200 mil.
En tres años, el presidente pasó de activo a pasivo del PRI. La crisis del 2014 llevó a que Peña tuviera niveles de reprobación similares a los de Ernesto Zedillo en 1995 tras el horror de diciembre. Su desplome precipitó el derrumbe de su partido. Los negativos del tricolor crecieron como la espuma, rebasando los 35 puntos. La estrategia peñista apostó a conformar dos alianzas una de jure y otra de facto.
La formal fue con el Verde. Como se vio, el crecimiento del Verde no fue exponencial. ¿Qué sucedió? ¿Por qué tendrán, muy probablemente, mayoría absoluta? Por dos factores: una baja participación, que hace que se incremente el peso de las estructuras partidistas. También, segundo, por la pulverización del voto opositor en 7 partidos y candidatos independientes. Más fraccionado el voto anti PRI, más distritos para el tricolor.
La segunda vertiente de la estrategia fue la verdaderamente exitosa para alcanzar la mayoría absoluta. La alianza de partidos. El PRI fue el único partido que sumó franquicias. Sumó al Verde y tiene un pacto con PANAL. Ahí reside el éxito.
Alternancia. La alternancia llegó para quedarse. De 9 estados en disputa, 5 cambian de signo y uno, Colima, aún está por verse. Querétaro, Nuevo León, Sonora, Guerrero y Michoacán prefieren cambiar de partido en el poder. Baja California Sur se consolida como una de las dos entidades del país que ha sido gobernada por las tres principales fuerzas partidarias.
Movimiento Ciudadano. Otra ingrata sorpresa está en el crecimiento de la franquicia de Dante Delgado. Este ni es partido, ni es movimiento ni es ciudadano. Su gran crecimiento se da por la penetración en una de las zonas más importantes electoralmente hablando: la zona metropolitana de Guadalajara, en Jalisco: el cuarto padrón del país. Montado sobre la estructura y arrastre de Enrique Alfaro quien había logrado el 34% de los votos en la pasada contienda para gobernador. Hoy obtiene el 50% de los votos en Guadalajara, pero empuja el triunfo de MC en 23 municipios, incluidos Zapopan, Tlaquepaque y Puerto Vallarta. Esa nueva fuente de votos, que se contagian a lo federal, elevan la votación de MC hasta rozar el 6%de la votación.
PERDEDORES
PRD. Lo dicho: el sol se eclipsa. Su modestísimo 11% de votación nacional lo ubica algo más de dos puntos por encima de MORENA. Esta es su votación más baja desde 1990. Pierde su monopolio en la capital del país que se fracciona. Pierde Guerrero. Gana Michoacán (¿alguien puede decir que gana Michoacán?) pero el desplome nacional es brutal. El PRD se atomiza, y no se percibe que la caída pueda detenerse bajo las mismas circunstancias que vive.
Miguel Ángel Mancera. El ¿Jefe? de ¿Gobierno? del DF queda pulverizado. Navegando entre medias aguas, las corrientes encontradas terminan por hundirlo. La peor noticia para Mancera no es haber perdido Cuauhtémoc, Tlalpan, Miguel Hidalgo y tener un grave conflicto poselectoral en Gustavo Madero e Iztapalapa. Es haber perdido el control de la Asamblea Legislativa. MORENA convertirá su segundo tramo de ¿gobierno? en una pesadilla. Sus sueños (guajiros) de contender por la presidencia se desvanecen. Mancera deberá irse con mucho cuidado. Posiblemente entregará el gobierno a un morenista (Ricardo Monreal) en 2018. Y Monreal, seguro, no tendrá los titubeos que Mancera tuvo con la suerte de Marcelo Ebrard.
José Calzada. El gobernador de Querétaro llegó a ser una carta fuerte del PRI. Se veía a sí mismo como miembro del gabinete. Como embajador en Washington. Registraba buenas, magníficas calificaciones. Pero la soberbia, en política, mata. Egocéntrico, no desarrolló un candidato ganador que le supliera. Operó con mano de hierro su sucesión, old style. Dejó moribundos por todas partes para imponer a Roberto Loyola, quien resultó un candidato somnífero. Calzada jugó su prestigió al operar una elección de estado. Una que salió muy mal. Los medios cooptados, la guerra sucia implacable contra el nuevo gobernador (Pancho Domínguez del PAN), la persecución judicial contra su adversario, no fueron suficientes para evitar que Calzada fuera borrado del mapa el domingo siete. Calzada pierde la gubernatura, el congreso, la mayoría de los distritos federales y de los municipios. Pierde, sobre todo, el futuro. Nadie quiere a un perdedor cerca del presidente de México.
Guillermo Padrés. Al perder su sucesión, posiblemente el gobernador de Sonora haya perdido también su libertad. Los señalamientos de corrupción lo acompañan desde hace años. Salpican a su familia. La candidata ganadora Claudia Pavlovich, no cesa en señalar que hay cosas serias en el clóset. El enfrentamiento directo de Padrés con Beltrones y, antes, con Osorio Chong, lo dejan en un estado de vulnerabilidad. De extrema vulnerabilidad.
Rodrigo Medina. En una época en donde la mayor virtud priísta era la juventud, Rodrigo Medina fue inventado por Natividad González Parás para ser su sucesor. El experimento funcionó, al menos electoralmente. Se descompuso pronto, sin embargo. Los equilibrios que había hecho Parás se rompieron. El crimen organizado desbordó, con inusual crueldad. La deuda creció. La corrupción, mal endémico del PRI, afloró con la arrogancia de quien se percibe intocable. Su padre hacía y deshacía, hasta que se deshizo el gobierno entre las manos de ambos. Medina operó la candidatura de Margarita Arellanes a costa de sacrificar al Bronco. Eso generó la ruptura. Poco después, desde México se creyó que rompiendo con el gobernador, se inyectaba nueva energía a la candidata. Imposible. Por un lado, los grandes capitales regiomontanos veían con desconfianza la ignorancia de la candidata del PRI y su cercanía con la CTM. Por otro, el Bronco se había desbocado y era imparable.
¿Qué futuro le espera a Medina? Todo anuncia tormenta. Si no, basta la declaración del Bronco tras su triunfo:
-¿Rodrigo Medina?
-Creo que debería estar preocupado.
-¿Su papá?
-Peor.