Por Fernando Vázquez Rigada
La sociedad británica votó para escindirse de la Unión Europea. Con ello, lanza al mundo a un nuevo episodio de incertidumbre y turbulencia.
El quiebre de la Unión Europea es comprensible, pero es una lástima.
Comprensible: desde el coletazo de la crisis mundial, la eurozona ha sido el epicentro de aflicciones mundiales. Una tras otra, las economías de la Unión han padecido penuria: Irlanda, Grecia, Italia, España. Los impactos del golpe han sido absorbidos, en su mayoría, por la economía mayor: Alemania. No obstante, dada la rigidez del diseño institucional de la Unión, ha desembocado que, en los hechos, el impacto del ajuste caiga sobre la población más vulnerable.
Al no poder devaluar, los países tienen que optar por recortar donde pueden: mayoritariamente seguridad social, salarios y empleo.
Por ello, las cuatro economías europeas pertenecientes al G7 (Alemania, Gran Bretaña, Francia e Italia) han decrecido en los últimos 8 años.
Con la salida de Inglaterra, la segunda economía más poderosa de Europa abandona un acuerdo político económico de gran envergadura. Italia no tiene con qué ayudar a nadie (casi ni a sí misma). Todo queda en Alemania y Francia.
Los datos son aún más reveladores si se desagregan al nivel personal. Un italiano ganaba en promedio en el año 2008 40,900 dólares anuales. Hoy, 30,200. Un francés, 47 mil. Hoy, 38 mil. Un alemán y un británico, 45 mil. Hoy, 42 mil.
En Inglaterra, en 2008 se llevó a cabo un rescate bancario que, como en México, se convirtió en deuda pública. Eso eriosonó muchas de las redes de protección social. Aumentó la migración. Bajaron los salarios, subió el desempleo. El malestar social condujo a la ruptura.
La Unión no ha podido dar prosperidad a las personas. Hay un desencanto general. Con la economía mundial. Con la representación política. Con el sentido de solidaridad.
Es, por ello, comprensible que una mayoría haya decidido salirse.
Pero es una lástima. La Unión Europea ha sido el mayor experimento institucional de nuestra era. Una entidad supranacional que cohesiona a una región que había sufrido, como ninguna otra, los estragos de las guerras inagotables. Por la Unión y, de ella, por una red de instituciones, se trajo paz, igualdad, y potencia a una región que en 1945 estaba devastada.
La Unión es producto de la innovación y hasta de la fantasía. Unir bajo un sello común un complejo mosaico de identidades: culturales, linguísticas, políticas, históricas. Bajo su amparo se unieron quienes habían, literal, luchado a muerte. Encontraron una identidad común, superior a los nacionalismos, que les permitió encontrar canales de convivencia y cooperación. Nadie renunció a sus raíces: pero decidieron unir sus ramas.
Por primera vez en la historia humana, bajo el signo de la política y de la paz, se diluyeron las fronteras, se eliminaron las barreras, se fundieron las monedas. Se generó un sistema de defensa colectivo. Un parlamento para 20 países.
Todo eso no acaba con la salida de Inglaterra, pero se pone en peligro.
No sabemos qué desenlace tendrá esto. Sí sabemos que esta opición abre un periodo de presión política contra la apertura, la intercoexión, el intercambio.
¿Ganaría en México un plebiscito por permanecer en el TLC? ¿En Estados Unidos?
Los nacionalismos resurgirán: en Escocia. En Cataluña. En Irlanda. La noción de que la solución es desandar el camino es atractiva, lo mismo para Boris Johnson que para Le Pen que para Trump o López Obrador.
Rusia recobrará influencia en una esfera que no encuentra en Europa soluciones a sus dificultades. Las democracias tradicionales crujirán, como se ve ya en el ascenso de fuerzas emergentes en España. Cameron ya anunció su salida. ¿Cuántos más seguirán?
Está indefinido aún si esto generará un efecto dominó en la Unión. Una encuesta del Pew Research Center revela que el 42% de los ciudadanos de la UE están insatisfechos con ellas. No es sorprendente que una mayoría de griegos esté en contra. Preocupante es la ajustada de las opiniones en Francia y España. ¿Podrán Alemania y Francia conducir la nave a un buen puerto de abrigo?
La gente está votando por el corto plazo. Por el ajuste de cuentas. Por el ascenso de los verdugos.
Está votando por el desmontaje. Es entendible. Solo que hay un problema. No tenemos nada a la vista con que sustituir lo que estamos destruyendo.
@fvazquezrig