29/08/2010
Una de las tareas más urgentes de la nación es recuperar la capacidad de gobernar de los poderes públicos. Este es, posiblemente, el reto más importante de nuestro tiempo. La estabilidad del país durante el siglo XX, una vez concluida la Revolución, se explica por una serie de factores, pero uno es central: Calles encontró la fórmula para reconstruir al Estado mexicano, extender su poder, y profundizar su actuación.
La alternancia, por carecer de una visión de transición, ha desmontado los resortes de gobernabilidad del viejo sistema y ha hecho prevalecer sólo sus vicios. Aunado a esto, no se han renovado las instituciones, incorporado elementos de gobernabilidad democrática ni promovido el desarrollo que traería estabilidad y anclaje al proceso democrático.
Por el contrario, el Estado está fragmentado, empobrecido y capturado.
Está fragmentado porque conviven muchos sistemas dentro del sistema. Está el poder federal que se encuentra desfigurado, que acusa una aguda ineficiencia y que, sin embargo, ha logrado llevarnos a una semi regresión preocupante: se ha apoderado de su partido, el PAN, ha sometido al poder judicial y ha roto su relación armónica con el Congreso. Bajo él, conviven dos realidades: la de Gobernadores que empujan agendas modernizantes en sus Entidades, pero también aquellos que parecen conducir a sus Entidades a un pasado oscuro: lleno de mañas, de excesos, de corrupción, de populismo, de irresponsabilidad. La democratización mexicana no ha sido homogénea y por eso está fracturada.
Pero el Estado está empobrecido: carece de instrumentos financieros para promover políticas públicas de gran calado. Está en bancarrota porque es incapaz de promover una agenda de crecimiento que incorpore crecientemente al 60% de los trabajadores a la economía formal y porque está coludido con los grandes intereses económicos que tampoco pagan impuestos. Para colmo, el Estado sigue viviendo el drama de las familias que caen en desgracia: se aferra a gastar lo que ya no tiene.
Por último, el Estado está capturado. Lo está por dos vías. Por una, es incapaz de enfrentarse a los monopolios que asfixian al país. Ahora se pretende lo irracional: sustituir a los monopolios con oligopolios, en lugar de dislocarlos y lanzar a los mercados a la competencia genuina.
Pero el Estado está también capturado por la corrupción que nos consume. Los datos son escalofriantes: según datos oficiales, el hampa destina 1,270 millones de pesos mensuales al pago de nóminas de policías municipales. La Autoridad no ha liberado los montos que pagan también a los Gobiernos Estatales ni al propio Gobierno Federal, pero la cantidad debe ser de vértigo: no puede explicarse de otra forma los hechos que nos desnudan, como la ejecución a mansalva de 72 migrantes que murieron por su decencia. Fueron secuestrados a plena luz del día. Transitaron por carreteras. Fueron recluidos y les fue ofrecido un ingreso: ser sicarios a cambio de 2 mil dólares mensuales. Dijeron no. Por eso murieron.
Hay países extraños en los que la decencia, mata. México es, tristemente, uno de ellos. Por eso no hay tarea más urgente que recuperar la capacidad de gobernar para el Estado.