Fernando Vázquez Rigada
Y, finalmente, despertó.
La captura de la principal reforma peñista por parte de un grupúsculo magisterial, la CNTE, era un oprobio para el gobierno, para el Estado, para la sociedad. Peor: era una afrenta para el porvenir nacional.
No hay reforma más importante que la educativa. El factor central de competitividad en el futuro será la capacidad intelectual, de iniciativa, de creatividad de los individuos.
De ahí que la reforma fuera un engranaje central para resolver muchos de los problemas nacionales.
Lo recuerda Thomas Piketty en su “El Capital en el siglo XXI”. Reducir la desigualdad pasa por un nervio central: la educación. Quien se educa, cambia. Progresa. Asume retos, Critica.
La CNTE se oponía a la aplicación de la reforma, con lo que progresiva, agresivamente, se fue poniendo al margen de la ley. Sus líderes creyeron –estaban acostumbrados a ello- a que la ley se podía negociar.
Y se puede. Al menos en México.
Esa, precisamente, es la diferencia toral entre un país desarrollado que uno, como México, que no lo es. Las fronteras de la ley en el mundo desarrollado son muros. Aquí, gelatinas.
Desde 1992, Heladio Ramírez le entregó a la Coordinadora el control absoluto de la educación pública en Oaxaca. Así, de un plumazo, decretó la privatización del sistema educativo público de Oaxaca.
Eso le abrió las puertas a la CNTE y sus liderazgos corruptos de un gran negocio, cuya dimensión precisa es de vértigo: el manejo discrecional de más de 200 mil millones de pesos en los últimos diez años. 17 mil este año. 4 mil plazas sólo en el Instituto de Educación de Oaxaca.
En una negociación fallida –concertacesión se llamaba antes- de manera increíble se le entregó a la CNTE dinero, plazas y suspensión de la evaluación educativa para calmarles. Se hizo crecer su presencia a más de 22 estados. No fue suficiente.
La CNTE demandaba que la constitución no se aplicara. Y no se aplicó.
Logró que en Guerrero, Oaxaca y parte de Chiapas, parte de Michoacán, no se realizara la evaluación.
No fue suficiente. Quiso suspender las elecciones del pasado 7 de junio en Guerrero y Oaxaca. No pudo, pero se convirtió en el grupo subversivo más visible del país. Cada aparición de la CNTE, empequeñecía al gobierno.
A aquellos maestros que sí aceptaron la evaluación la CNTE los secuestró y vilipendió. Recordando la técnica nazi de humillación pública, los exhibió en las plazas. Igual que los franceses hicieron a los colaboracionistas del nazismo, los rapó.
Hasta que, finalmente, el gobierno despertó.
Operación quirúrgica. Se forzó al ¿gobernador? De Oaxaca, Gabino Cué a decretar la desaparición del Instituto Estatal de Educación ¿Pública? de ese estado. Se despliega una importante fuerza que respalda la acción. Se despide a todos los miembros de la CNTE incrustados ahí. Se les quita el control del torrente financiero del que habían hecho fortuna. Se realiza una buena operación mediática.
Todo esto son condiciones necesarias, no suficientes, para resarcir los agravios de la Coordinadora. Falta la acción penal. Aplicar la ley con toda la fuerza del estado. Hay, se sabe, 35 órdenes de aprehensión. Sí están listas, deben ejecutarse. De lo contrario, caeremos en lo mismo: la negociación que conduce a la impunidad.
Aún ejerciendo acciones penales, faltaría la restitución del daño: es decir, que los pseudo maestros reintegren el dinero que han robado por años. Oaxaca lo demanda. Oaxaca lo merece. Oaxaca lo añora.
Faltaría, aún, aplicar la ley y despedir a los maestros que no se reintegren a clases según lo ordenó la Corte recientemente.
Y faltaría, por supuesto, lo más importante: realizar las evaluaciones educativas y aplicar a fondo la reforma.
Ahí va el futuro del país.
@fvazquezrig