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octubre 4, 2013

EBRARD Y BELTRONES

21/11/2011

 

Marcelo Ebrard y Manlio Fabio Beltrones son dos de los mejores políticos de México. Ambos se distinguen por su madurez, su habilidad, su preparación. También por su experiencia y más: ambos han degustado el amargo sabor de la derrota. Esa que otorga templanza y frena los impulsos novilleros. Ambos, en unos días, habrán sido derrotados en sus aspiraciones por ser candidatos de sus partidos para el 2012.

Ebrard hizo un cálculo político impecable. Como dijimos aquí hace seis meses, Andrés Manuel López Obrador había tomado una decisión: estaría en la boleta, al costo que fuera. Trabajó sin descanso para ello. Tendió una poderosa estructura terrestre que le permite tener un posicionamiento sólido.

Con todo, las ventanas de crecimiento de Ebrard eran superiores. Hubiera sido un potente  candidato de haber contado con el respaldo de los partidos satélites de López Obrador y su ejército de tierra. Pero eso era imposible. López Obrador, pese a su discurso actual, puso una condición muy clara al PRD: o conmigo o contra mí. Sus cualidades –honradez y congruencia- no le bastarán para doblar al PRI. López Obrador es un teflón para millones de votos a los que ha ofendido: los de los empresarios, las clases medias, los panistas. Ebrard tenía mayores ventanas de crecimiento, cierto. Eran mayores, pero eran insuficientes.

El cálculo de Ebrard fue frío y correcto. Si quería tener alguna posibilidad contra Peña Nieto, tenía que contar con todo el respaldo de la izquierda y eso no era factible. Partidos, López Obrador y él, obtendrían cada uno no más de doce puntos porcentuales. Pero Ebrard sabe que el rechazo hacia el peje en amplias zonas del país y en diversos segmentos de la población le restan capacidad de crecimiento. Y el tiempo está a favor de Marcelo. En ocasiones la derrota no es tan mal negocio, y el negocio de Marcelo se resume a una palabra: esperar.

Manlio Fabio Bletrones ha sido el político priísta con mayor generación de ideas y propuestas del país. Es un político que ha fijado la agenda nacional no a base de spots sino de iniciativas. Astuto, negociador duro, curtido en los pasillos del poder, Beltrones llegó a la cúspide de su poder con base en una estrategia que pretendía dar calado a la función pública, dignidad a los cargos y recuperar el sentido de estado.

Tristemente, a Beltrones no le faltó preparación para llegar a ser candidato: le faltó dinero. Sin los recursos necesarios para proyectar una imagen nacional, errada se propuesta de comunicación basada en grandes temas que fueron a menudo incomprensibles a las mayorías, gran parte de su tiempo destinado a los arreglos del poder más que a la construcción de un posicionamiento, a Beltrones no le fueron suficientes sus cualidades (que son muchas) para llegar a aparecer en la boleta.

Dos paletadas de tierra recibió el ex gobernador de sonora esta semana. La firma de la coalición priísta con su archienemiga Elba Esther Gordillo y la declinación de Mareclo Ebrard. Los números hablan de un abismo de diferencia con Enrique Peña Nieto. Uno que era imposible cerrar. Una precampaña de casi dos meses y 90 millones de pesos podría haberle dado una gran fortaleza en la mesa de negociaciones, pero no el crecimiento para alcanzar al mexiquense. Mientras, López Obrador iba a estar solo, martilleando sus propuestas al electorado.

En otro cálculo frío, de pizarrón, Beltrones declinará en sus aspiraciones. Para comer pastel hay que tener pastel. El PRI tiene los ingredientes, pero no lo ha cocinado. Confiarse y dejar crecer a López Obrador sería un grave error. Beltrones sabe que tiene un peso específico, y bajarse del tren en este momento tiene también un precio: uno alto, que Peña tendrá que pagar si quiere recomponer su ecuación y enfrentar desde ahora al peje.

No es poco lo que Beltrones puede amarrar desde ahora: un altísimo cargo partidario, posiciones en el (posible) gabinete y candidaturas al congreso para los suyos. También, algo que para un político no es menor: vida seis años.

Ebrard y Beltrones han demostrado que una política más cerebral, estratégica, de altura, es posible. Han demostrado que la política se puede jugar con un tablero de ajedrez y no sólo con un control de televisión. Que debe ser de cálculo y no sólo de latido. De neurona y no de sonrisas. Habrá un momento en que el país requerirá ese tipo de razonamientos.

A la larga, quien sabe quién será el verdadero perdedor. Si ellos, o México.

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