25/06/2012
Quien ocupará el segundo lugar en la elección tendrá una importancia sustantiva para el futuro nacional.
La lucha férrea por el segundo sitio sería una novedad en México. Las últimas dos elecciones presidenciales, inscritas ya en el marco de equidad electoral, han registrado una fuerte competencia entre dos partidos a costa de un tercero que se rezaga. En el 2000, el PRD registró sólo 16% de los votos. En 2006, el PRI se hundió con sólo el 22%.
Faltan sólo tres días de campaña y no hay una definición clara de quién ocupará el segundo puesto. En 4 de las 6 encuestas publicadas la semana pasada, AMLO aparece en el segundo sitio, pero Vázquez Mota lo hace en 2.
Si López Obrador logra consolidarse en el segundo lugar, el conflicto pos electoral parece inevitable. Lo que se definirá es su intensidad. Sin tapujos, el líder de la izquierda ha hablado ya de fraude. Si la distancia con Peña se acorta, sus seguidores tendrán la percepción de que el fraude efectivamente se dio, aunque sea imposible. Si la brecha se amplía, López Obrador atacará el proceso en sí, bajo la ficción de que fue una coalición de intereses, y no el voto, quien impuso a Peña. Pese a ello, sería más una postura discursiva que un movimiento ya con anclaje social sólido.
Un segundo lugar para las izquierdas sería el reconocimiento de su capacidad de liderazgo y de los aspectos válidos de su agenda. Habrían señalado los graves problemas de desigualdad, corrupción y simulación en México y habrían triunfado. Sería un éxito rotundo para López Obrador. Nadie, hace un año, lo habría avalado. Habría hecho la mejor campaña, de acuerdo a los números. Tendría un capital sólido para lanzar una agenda de transformación desde su legitimidad electoral. Pero no lo hará. Optará por el aislamiento y la dilapidación de su capital político, como ocurrió en el año 2006.
Por su parte, El PAN hundido en el sótano electoral sería un claro mensaje de que la derecha mexicana se debe recomponer. Iría acompañado de descalabros en estados de panismo duro, particularmente en Jalisco y Morelos. La gran paradoja del panismo sería que la democracia interna, su capital más notable, terminó por engullirlo. El mejor momento de Josefina Vázquez Mota habría sido su precandidatura. Enfrentó y dobló a un presidente poderoso, como Felipe Calderón.
Pero de ahí, Josefina perdió la magia. Fue excelente para enamorar al panismo. Pésima para cautivar al voto independiente. Calderón, por su parte, no logró recuperarse del trauma de la derrota interna. Fox lo apoyó decisiva, casi abusivamente para ganar la elección. Él, por su parte, parece haber dejado a Josefina a su suerte.
Si Josefina logra ganar el segundo sitio, por el contrario, la nota sería el cierre poderoso de su campaña y lograría salvar algo de la herencia del PAN como gobierno.
Lo más importante: demostraría que México quiere cambiar de lo que ha sido hasta hoy, pero no quiere hacerlo de manera radical. De ahí la importancia del segundo sitio.