Fernando Vázquez Rigada
Cuando ya era evidente su potente ascenso, Donald Trump dijo, ufano: “puedo disparar a personas en la 5ª avenida de Nueva York y no me afecta en las encuestas”.
Así gobernó. Y se equivocó. Al final fue derrotado. Hoy está a punto de ser enjuiciado.
Hay quien no necesita de un adversario para perderse: le basta consigo mismo.
Así le ocurre a Andrés Manuel López Obrador.
El desastre político que lo consume debe motivar a varias reflexiones y tendrá varias consecuencias duraderas.
Van las reflexiones.
Primero. López Obrador inflamó el fuego de la Casa Gris. El asunto requería un bombero y el presidente se convirtió en gasolinero.
Segundo. El primer mandatario violó cada una de las fases del manual del manejo de crisis: no caer en pánico, dimensionar los hechos, delimitar consecuencias. Pero, sobre todo, las dos más importantes: no mentir y no encubrir. Los políticos no caen por el escándalo sino por el afán de encubrirlo. Como la paloma negra, a veces lo mejor es rajarse.
Tercero: En su desesperación, a López Obrador lo contagió el Covid Político: perdió el olfato. Ha querido tapar un hoyo abriendo otro. Y otro. Y otro más. Con ello, erosionó su credibilidad ante millones.
Ahora las consecuencias.
Primero. Intuyo que el daño de esto será duradero y podría ser fatal. La coraza de honestidad se agujereó. Todo lo demás se abrirá producto de esta fisura.
Segundo. Ya sin credibilidad moral, los escándalos de corrupción de su entorno que antes no le dañaban, le entrarán de lleno. Bartlett. Delfina. Irma Eréndira. Ana Gabriela Guevara. Napoleón Gómez Urrutia. David León. Carlos Lomelí. Alejandro Esquer. Ricardo Peralta. Pío López Obrador. Felipa Obrador, por nombrar sólo algunos. La lista es inmensa. El lastre hunde si no lo tiras. No lo hará: no puede. Morena es un movimiento unido por ideales, pero más por complicidades.
Tercero. Desde hace tiempo, la aprobación de AMLO no se basaba en resultados, sino en un acto de fe. Mal la economía, la seguridad, la corrupción. Y lo aprueban. Era él. Eso se debilitó. La falta de resultados será cada vez más costosa.
Cuarto: al cacique se le perdona todo, salvo perder. Y López Obrador está perdiendo y está enredado. Despertará el resentimiento interno por doble moral: a César Yáñez y a Santiago Nieto los corrió por sus bodas. Incongruentes morales. Extravagantes, les dijo. No encuentra esas faltas en su hijo y nuera. La venganza, decía Don Corleone, no es sopa: es gazpacho. Y se come frío.
Quinto. Su movimiento es caníbal. Aún en pleno poder, las guerras internas eran intestinas. Irma Eréndira contra Salgado Macedonio. Monreal contra Cuitláhuac. Sheinbaum contra Ebrard. Nieto contra Gertz. Mario Delgado corrido a huevazos en Durango. La implosión se avizora.
Sexto. Muchos mexicanos que mascullaban su descontento, saldrán a la luz. El mexicano es de cargada. Nada como leer “Los de Abajo” para entender el fenómeno de “la bola”.
Séptimo y último: el presidente, por sus limitaciones, no sabe de recogimiento, reflexión, serenidad. Se radicalizará. Vendrá una cacería feroz contra opositores a los que ya insulta: “traidores a la patria”.
En su caída, arrastrará mucho de lo bueno del país, que lo hay.
Para asegurar que esto no sea llamarada de petate, tenemos que multiplicar el activismo. Difundir lo que ocurre. 40% del país aún no sabe de la Casa Gris. Promover acciones legales. Tomar la calle: las marchas del 3 de abril deben reflejar el interés, que no la rabia, por salvar a México.
Votar con los pies no basta: tenemos que darnos una agenda y generar una multiplicidad de organizaciones civiles.
Y entonces sí. Lo habremos derrotado.
@fvazquezrig