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LA CAZA

Por Fernando Vázquez Rigada

 

El descubrimiento de la casa blanca abrió la temporada de caza en México. No es el presidente el que está bajo asedio: es una forma de ejercer el poder.

En un mes y medio, ha quedado de manifiesto el absoluto divorcio de la realidad social de México con los usos y costumbres de la clase en el poder.

Sólo quien no quiera ver puede pasar por alto que algo muy grave está ocurriendo en México.

Algunos botones de muestra.

Mientras 43 jóvenes desaparecen en Iguala y 6 son masacrados, el presidente celebra el éxito de sus reformas. Pasan días sin atender la tragedia, y esos días son ahora el detonador de la peor crisis política de los últimos lustros.

Tarda el presidente 35 días en reunirse con los padres agraviados. Cuando termina el encuentro, el presidente da un mensaje en una sala fastuosa de Los Pinos. No hay preguntas. No hay respuestas. Sólo reflectores. Los padres dan, a su vez, un mensaje: en una banqueta, bajo una lona. El contraste entre ambas escenas habla por sí misma.

El país cruje por la ausencia de operación política y de sensibilidad. Para rematar lo que se percibe, el presidente se va a China y a Australia. Recorta su viaje, pero no para atender la crisis, sino para evadir el ruidoso trámite de permiso en el senado.

Antes de la partida presidencial, el procurador concluye una conferencia de medios con un lamentable “ya me cansé”. Un padre dice hace unos días: “Cuando estás buscando a tu hijo, no hay cansancio”.

El mismo día de su viaje, Aristegui noticias revela la existencia de una fastuosa mansión que insulta al México más pobre y lastimado: el mismo que abarrota las calles de todo el país protestando.

El presidente encuentra tiempo para en una escala de su viaje dar un mensaje en medios condenando la violencia de manifestantes que intentaron quemar la puerta Mariana de Palacio, pero no para dar una explicación de su residencia.

Al día siguiente el vocero presidencial sale a balbucear las justificaciones irracionales de un viaje lejano: vendrán buenos empleos bien pagados, repite como mantra de campaña en un país que clama justicia y que no le importa lo que diga la APEC.

En medio de la frustración social, el maquillista de la primera dama celebra su viaje a China con la comitiva presidencial y la primera dama se da tiempo para ir a un bar en Australia.

Hay culpas, y lo saben. Por eso, en medio de una indignación brutal por la corrupción que nos carcome, cancelan una licitación que beneficia con 58 mil millones de pesos (si: cincuenta y ocho mil) al patrocinador de la mansión presidencial sin dar mayor explicación. No hay transparencia. No hay rendición de cuentas. Hay una decisión imperial y ya.

La primera dama sale a tratar de revertir la opinión general de que su casa es producto, al menos, de un conflicto de interés. Al acribillamiento social en redes, responde con un regaño. Afirma, así, sin más, que en un año Televisa le pagó más de 130 millones de pesos y que así puede comprar esa casa y cuantas más quiera. Punto. La respuesta ciudadana es un hashtag que se extiende por dos semanas: memes, chistes, burlas, insultos.

Al día siguiente de la marcha gigante del 20 de noviembre, donde muchos piden la renuncia del ejecutivo y todos justicia, la hija de la primera dama asiste a la ceremonia de entrega de los Grammys. Huye, literalmente, corriendo de los medios.

Mientras la sociedad aúlla, grita, se desgañita, la oposición en pleno calla.

El 20 de noviembre no hay desfile pero sí lo hay. No salen los deportistas, pero sí la sociedad. La gente toma las calles mientras el presidente se ve obligado a refugiarse en el campo Marte.

El presidente Peña cree que la revelación de que posee una mansión ofensiva para millones de mexicanos es parte de un complot para desestabilizar a su gobierno. Dicho en otras palabras, hay una mano siniestra que mueve la indignación de millones porque se encontró que el presidente tenía una casa de 7 millones de dólares.

Hay una temporada de caza abierta, pero ha sido abierta por los errores de una clase política incapaz de entender que la sociedad ha encontrado ya su punto de ebullición. Por eso Aguirre desafiaba que  no se iba. Por eso César Duarte invierte 65 millones de pesos en un banco en pleno ejercicio de su gobierno. Por eso Arturo Montiel se mueve para ser diputado plurinominal. Por eso funcionarios de Coahuila desparecieron documentos del abuso de poder de Moreira. Por eso el PRD se desmorona en señalamientos sobre qué tribu es peor.

La sociedad está al acecho. Los políticos no ven que los persiguen por sus pecados. Siguen creyendo que alguien mueve la inconformidad, sin darse cuenta que son sus propios actos los que están catalizando una crisis que, de no encontrar cauce, terminará mal. Muy mal.

Comentarios

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1 Comment

  1. Hey Fer, esa mano siniestra desestabilizadora es un puño de boxeador llamado «realidad». Un saludo muy cariñoso.

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