04/02/2013
Decía Gilberto Rincón Gallardo que era propio en México utilizar el término izquierdas. El espectro del progresismo en el país transita del dialoguismo a los grupos más violentos de la sociedad.
Perviven en las izquierdas mexicanas exponentes de lo mejor de la negociación política, hasta luchadores firmes dentro del juego democrático hasta reventadores de instituciones, leyes y convivencia.
Por lo mismo, el diseño de poder del nuevo gobierno, y del Estado mexicano, debe enfocarse en darle peso y espacio a los reformistas y disminuir a los violentos.
Sucede, sin embargo, que se está haciendo lo contrario.
La embestida que se ha lanzado en contra del flanco izquierdo del espectro es preocupante y peor: puede ser peligroso.
La cruzada contra el hambre arrancó en Chiapas, en donde provocó la alteración de la zona zapatista, justo después que había salido de su mutismo de años un nombre mítico: Marcos. El guerrillero posmoderno no ha limitado creatividad e insultos contra el presidente.
La decisión de la Corte vulneró la sensibilidad de miles de víctimas, enardeciendo la indignación. El máximo tribunal ha tenido una serie de decisiones legales pero poco cercanas a los sentimientos de una sociedad vulnerada. La ola conservadora y su ideología legalista ha encontrado los resquicios para proteger los intereses de banqueros sobre ahorradores, de los monopolios sobre los consumidores, del debido proceso sobre las víctimas.
Las decisiones de las autoridades electorales castigando con base en el expediente y no en la realidad a las izquierdas que están dentro del proceso democrático es otra mala señal. No es posible, al mismo tiempo, pasar por alto Monex, el uso electorero de los programas sociales, la politización de la justicia y multar sólo a López Obrador por exceder los gastos.
El debilitamiento de la izquierda menos moderada parece estar encaminado a minar a la oposición más dura, empujando una agenda que encontrará una dura oposición en amplios sectores de la sociedad. El IVA generalizado, la apertura de Pemex y el acercamiento del país a una agenda común con Obama podrían servir de caldo de cultivo para un liderazgo duro con una propuesta más de corte del nacionalismo revolucionario.
La embestida del estado parecería estar enfocada a desbaratar a los prospectos alineados al lopezobradorismo. Con todo, la forma poco comedida, burda de torcer el funcionamiento institucional podría estar lanzando no un misil, sino un boomerang. La sociedad posee un mayor sentido del análisis de lo que se piensa. El juicio crítico no se adormece ya fácilmente en los medios.
El peor efecto de esta estrategia es, con todo, la invitación a la vuelta de los violentos.
Al final del día, el mensaje, peligroso, equívoco, nocivo para el país y fatal para la democracia es que una izquierda dura no tiene posibilidad de llegar al poder por la fuerza de los votos.