01/10/2012
Las crisis económicas son siempre crisis sociales, y terminan por ser políticas. Sus consecuencias suelen ser más graves de lo que pensamos. Los países quiebran con frecuencia. Lo olvidamos, pero tres cuartas partes de los países registrados hoy en la ONU, no existían hace 50 años. El mapa europeo ha cambiado en las últimas dos décadas de manera asombrosa. La desintegración de la URSS y el bloque soviético no hizo sino hacer estallar una constelación de 22 países que lograron su autodeterminación. De Ucrania a Eslovaquia y de Bielorrusia a la República Checa, las naciones optan por su separación y por dejar de ser lo que fueron para buscar su propio destino.
Europa hierve. Portugal registra una efervescencia social por los recortes que no acaban. Grecia sigue sujetada por alfileres. Islandia derrumbó a su gobierno. La República Checa e Italia han tenido, de 1995 a la fecha, 7 gobiernos. Lituania 9. Rumania 9.
España enfrenta una crisis política de dimensiones incalculables. Las plazas rebosan protestantes. El rescate bancario suma ya 22 mil millones de euros, sin efectos tangibles en el bienestar de la población. Andalucía se declara en quiebra. Reclama un rescate del gobierno central: uno que no puede esperar.
Cataluña ha comenzado un áspero camino: el de la separación. Su parlamento ha autorizado la anticipación de elecciones con el objetivo de determinar su posible separación de España. No es un asunto menor: Cataluña da el 20% del PIB a España y casi el 17% de su población. Posee polos logísticos y nodos de desarrollo tecnológico. Barcelona no es una ciudad más de esa maravilla llamada España: es un ícono. Uno cultural, económico, histórico.
En el fondo, subyacen dos cuestiones centrales. El actual modelo económico da de sí en su dimensión social. La riqueza no se reparte. El mercado no basta: menos con gobiernos irresponsables, despilfarradores. Las recetas de la Unión son buenas para aproximar a los extremos, pero no para unificar responsabilidades. Menos para atender crisis diversas. Unos requieren mayor control monetario. Otros laxitud. Cuando sólo se puede optar por una receta, la opción es llevar el recorte macro al alma social. Si no hay devaluación, hay despidos. Si se carece de inflación, recorte salarial.
Las lecciones de lo que ocurre en Cataluña, que anticipan el desmoronamiento de la Unión Europea, es que no siempre son las zonas más retrasadas, las de mayor rezago, las más débiles, las que buscan separarse del cuerpo nacional. Por el contrario: son las que pueden sobrevivir por sí mismas. Las que poseen los recursos, las infraestructuras y la capacidad para verse independientes.
En un mundo global, las fronteras han dejado de ser sinónimo de distancia. La proximidad está en todas partes: en los anaqueles, en las vitrinas, en los diarios, en las librerías. Lo que ocurre en un lado no es privativo de otro mundo. La falta de cohesión, de solidaridad, de racionalidad, derrumba.
Lección final: las crisis económicas no sólo pueden hacer que los países quiebren. También los desgajan.