Fernando Vázquez Rigada
El Gobierno Federal ha tenido una tardía reacción para abordar los temas locales. Cuestiones jurídicas aparte, lo que ocurre en diversas entidades del país compromete la gobernabilidad de la nación y amenaza con acelerar un proceso de balcanización.
El Estado deja de serlo cuando pierde el control de territorios y eso, precisamente, es lo que está ocurriendo en la República.
Los acontecimientos de Michoacán, Guerrero y Oaxaca son sintomáticos del grado de descomposición regional que se vive en el país. En Michoacán, la ausencia del gobernador en turno por enfermedad ha gestado un vacío que ha ocupado el crimen organizado. En Guerrero y Oaxaca, la falta de oficio de los gobernadores ha llenado de presión diversas áreas de la vida pública. En Sonora, la omisión del gobernador para resolver un problema de construcción de una presa ha generado un clima de hostilidad.
La democracia mexicana enfrenta un dilema: qué debe hacer lo federal ante los problemas locales.
Resulta imposible volver a un modelo autoritario. Pero, el otro extremo, el del quiebre de la paz, la ley y el orden público, es asimismo intransitable.
Sin la sagacidad de otros temas, el gobierno de Enrique Peña Nieto no ha tenido ni los reflejos ni la voluntad de entrarle a asuntos que afectan el desarrollo de diversas entidades. Parecería que el Presidente está ocupado en asuntos de gran calado. Lo suyo son las grandes reformas, el reposicionamiento de la imagen del país, la construcción de una nueva visión de futuro.
Muy bien. Pero nadie vive en la macroeconomía ni en el futuro. Todos vivimos en el presente y todos padecemos los vaivenes de lo cotidiano. Un mal alcalde, un gobernador autista, modifican la percepción de bienestar de las personas más que una reforma estructural. De ahí que el futuro sea una trampa: una noción que puede quedarse en buenos deseos si no se administra el presente.
México necesita la reconfiguración de los mecanismos institucionales que activen procedimientos de remoción o corrección ahí, en donde la autoridad es omisa. Resortes que activen la intervención de la autoridad. Urge que el Estado vuelva a la escena pública: un Estado eficiente, activo, democrático.
Habrá que recordar que sólo hay algo peor que un mal gobierno: un gobierno ausente.