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LUCHA LIBRE

Fernando Vázquez Rigada
Marzo 10, 2014

Klausewitz decía que la guerra era la política por otros medios. La competencia empresarial es la guerra por otros medios.

El mundo contemporáneo nos ha dejado varias lecciones.

Primera: No hay mejor método para generar riqueza que la economía de mercado. Ahí están las dos coreas, una, la del sur, abierta, rica y próspera. Otra, la del norte, cerrada, empobrecida y rezagada.

Segundo: el mercado produce una gran cantidad de riqueza, pero no la reparte. La creación acelerada de multimillonarios a nivel global, los súper ricos, que se conjugan con el aumento de la desigualdad, hablan de que las empresas están orientadas a ganar dinero, no a la filantropía.

Tercero: sin regulaciones eficientes, el mercado genera monopolios que terminan por engullir a su competencia, a hacer fraudes, a cometer abusos contra la sociedad llamada eufemísticamente “consumidores”.

Cuarto: el abuso empresarial se da sólo cuando no existe un estado fuerte, capaz de regularlo y frenarlo. El estado, también, es el encargado de distribuir la riqueza y las oportunidades para la población.

Enrique Peña ha dado golpes certeros a uno de los grandes frenos al desarrollo nacional: la consolidación de monopolios. Ha tocado ya a 4 de las grandes estructuras monopólicas del país: el magisterio, PEMEX/CFE, Televisa y Telmex.

México era, desde los noventas, una economía de mercado, pero no era de libre mercado. No había competencia porque los intereses económicos aplastantes no sólo tenían capturado el mercado: también al estado.

En el momento de la reforma energética, demandé que con la misma velocidad con que se había desintegrado el monopolio de PEMEX y CFE debía hacerse contra los privados. Hoy ha ocurrido.

La declaratoria de preponderancia se desenvuelve en un mapa de navegación política preciso.

Primero: La primera reforma preparatoria fue la limitación, hace un año, de los efectos del amparo en el tema.

Segundo: Aterriza en la vida real una de las reformas estructurales más importantes.

Tercero: abre inversiones, empleo, contenidos y diversidad al negocio de la televisión al lanzar antes de la declaratoria, la licitación de dos nuevas cadenas nacionales abiertas.

Cuarto: Por si las dudas, se reactiva días antes una orden de aprehensión contra un connotado empresario: Gastón Azcárraga.

Quinto: la resolución la da un organismo autónomo, no el ejecutivo y lo hace por unanimidad.
Sexto: se establecen medidas y tiempos concretos para que las dos empresas cumplan con la ley.

Séptimo: rompe el mito que Peña fue un producto o sería un instrumento de Televisa. Cierto: Peña fue una hechura de Televisa, quien recibió a cambio un pago. Fin del negocio.

Octavo: manda una señal de mercado clara de que el mercado interno podrá consolidarse con medidas similares y reducir la dependencia al sector exportador.

Noveno: refrenda que el estado vuelve a ser el conductor del interés público.

Ambas empresas gozaron por años de privilegios. Su juego preferido era “monopolio”. Posiblemente se reduzcan las ligas políticas entre las televisoras y el poder. Será sano para México.

Faltan otros monopolios, que habrá que desmantelar, pero un país sin telecomunicaciones eficientes, en la era global, es un país en silla de ruedas. No se acaba la lucha entre gigantes: apenas comienza. Que sea libre.

@fernandiovazquezrig

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