PATÉTICO
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LA INDIGNACION
octubre 4, 2013

LUTO

 

29/08/2011

Sobre lo acontecido en Nuevo León no hay mucho que abundar. Solo que el país se desliza hacia un abismo de violencia y sin razón no visto desde la Revolución. Solo que la crueldad del crimen revela lo peor de lo que se ha incubado en la sociedad. Años de no educar (o maleducar) de hacer que la economía crezca, de no ofrecer empleos, de no frenar el régimen que ha propiciado que pocos se enriquezcan sin recato en poco tiempo, han hecho que los valores nacionales se deformen.

¿Qué agregar? Sólo que no hay Estado, cuya reconstitución aparece como la tarea más urgente del futuro inmediato. El gran esfuerzo nacional no debe enfocarse sino en la urgente tarea de recuperar al Estado, a las instituciones, para que desde allí logremos activar los motores del crecimiento y restituir la decencia en la sociedad.

Analizar o criticar una vez más el discurso oficial es, sencillo y lamentablemente, una pérdida de tiempo. Culpar a los otros, a Estados Unidos o a la suerte de lo ocurrido no hace sino corroborar el vacío absoluto, la pequeñez, la limitada visión para gobernar.

Se requeriría, en este momento de zozobra, un golpe de timón para convocar a un gran pacto de unidad nacional contra la violencia, aplicar las medidas de inteligencia que se han repetido hasta el cansancio, liberar las energías creativas de la nación (económicas, educativas, culturales, de solidaridad) para contraponerlas a la organización de esa minoría cruel y despiadada que ha robado la tranquilidad de la República. Sería tiempo de sacudir al gabinete y renovarlo con los mejores. Urgiría blindar la elección del próximo año  como única salvaguarda de la frágil democracia.

Pero no se hará. La masacre de Monterrey es no solo una tragedia: es una radiografía. Un casino sospechoso. Empresarios sin escrúpulos. Un tribunal que los ampara. Una Secretaría (la de Gobernación) que no sabe qué ocurre. Un Gobierno Estatal rebasado y uno Municipal, inútil. Finalmente, una sociedad en el más absoluto abandono.

No hay mucho que agregar. Que Dios no se olvide de nosotros.

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