Fernando Vázquez Rigada
Junio 2, 2014
El país tiene una urgencia: crecer. Si la economía no crece, estamos condenados a la marginación, el rezago y la pobreza.
El año pasado, la economía creció por debajo del crecimiento demográfico. Eso significa que lo que llegan tendrán menos oportunidades.
La mala noticia no sólo es esa, sino que la tasa de crecimiento durante el sexenio de Felipe Calderón (1.8%) fue también inferior a la expansión poblacional.
Este año, el PIB per cápita decreció. Hoy, la gran mayoría es más pobre que hace un año.
Por último, el país no logra generar los empleos necesarios. En promedio, este año se han creado 78 mil empleos mensuales, con lo que nos quedamos cortos en 22 mil.
Las noticias no son buenas. La perspectiva de que el segundo semestre nos irá mejor, podrán ser correctas, pero lamentables, aún si se cumplen. Esas buenas noticias son malas. Porque los pronósticos se cumplirán si Estados Unidos puede hacer que la economía crezca (algo que está por verse), si las exportaciones de petróleo repuntan, si las remesas se fortalecen.
Todos factores externos que, eventualmente, impulsarían el consumo interno.
El problema sigue siendo ese. No crecemos porque tenemos una gran debilidad del mercado interno. Hay informalidad (60%), productividad estancada (-0.3) y bajas expectativas.
Los efectos de la reforma fiscal han embestido de frente al sector inversionista, a los pequeños comerciantes, al consumo. Una paradoja macabra: como efecto del ajuste a la baja de la expectativa de crecimiento, el gobierno recaudará casi 18 mil millones de pesos menos. Cobramos más, pero los efectos secundarios hacen que ingresemos menos.
Sigue siendo complejo, y hasta tortuoso, hacer negocios en México. Hay exceso de trámites. Registros notariales obsoletos. Obtener un crédito es un martirio. La banca de desarrollo sigue siendo (casi) inexistente.
La política de competencia aún no ha desmantelado los grandes monopolios nacionales.
Las reformas, cierto, darán velocidad y calado a la generación de riqueza, siempre y cuando las leyes secundarias cumplan con ese cometido y los reglamentos se enfoquen a propulsar la inversión, no a frenarla; a fomentar la competencia justa, no a prohibirla; a privilegiar la productividad, no los arreglos en lo oscuro con las mafias sindicales.
El país no crecerá mientras no se invierta lo suficiente, y eso sólo lo puede hacer el sector privado. Pese a que el gobierno federal ha cumplido con su programa de gasto, déficit incluido, la economía no se mueve.
Si no se utilizan todos los instrumentos (públicos, privados, sociales, nacionales e internacionales para facilitar, investigar, innovar, generar productividad, no habrá cura posible para la acondroplasia que nos limita.
Hace falta un pacto para crecer, para convertir el crecimiento en desarrollo y el desarrollo en bienestar.
@fvazquezrig
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