Fernando Vázquez Rigada
La pandemia traerá efectos duraderos, profundos y amplios para el país.
Se trata de un terremoto que está demostrando las debilidades extremas de nuestro sistema de vida.
Los shocks externos, lo hemos visto antes, conllevan graves efectos, pero promueven también grandes transformaciones.
Los efectos son para la República tan dramáticos que serán refundacionales. Lo más inmediato es que para efectos prácticos este sexenio terminó. Como decía Eric Hobsbawm, los ciclos históricos no siempre coinciden con los cronológicos. Hay sexenios largos y otros cortos. Este terminó.
Los niveles de pobreza, de destrucción de prosperidad, de pérdidas humanas son tan grandes y cuantiosas que no habrá forma de recuperarse en lustros. A este colapso seguirá un derrumbe de la confianza.
El golpe de la pandemia nos demostró las terribles debilidades del país.
Padecemos una profunda carencia de estado, que se aceleró por el desmantelamiento huracanado que provocó la llegada del nuevo gobierno.
Se demolió la profesionalización de la administración pública federal. Lo que se hizo con el despido masivo de cuadros fue aplicarle al estado una lobotomía. Hoy lo pagamos.
Además, navegamos con un liderazgo errático, que ignoró recomendaciones mundiales, a la ciencia y se ha negado a predicar con el ejemplo. Dividió a la sociedad y politizó los apoyos económicos, agudizando las pérdidas al grado de horror que tenemos hoy.
A la par, la enfermedad develó el rostro inhumano de la desigualdad. Las cifras terribles de muertos, de contagios, de deudos, revelan también el drama de personas que viven en el hacinamiento. Que carecen de agua o sanidad. De nutrición adecuada. Que no tiene un empleo formal, que no pueden quedarse en casa y que se encontraron desprotegidos ante un sistema de salud que canceló el Seguro Popular.
Con el país destruido y el sexenio concluido, tenemos la oportunidad de refundarlo desde sus cimientos.
Hoy vemos la valía de un federalismo que debe vigorizarse. Sin la respuesta sólida de varios gobiernos estatales eficientes y profesionales, esta devastación sería peor. Hay que darle nueva vida a las relaciones constitucionales, financieras, políticas, de la federación con estados y municipios. Debemos dar una nueva ingeniería constitucional al federalismo para homologar la eficiencia, la transparencia, la profesionalización enfocada al desarrollo incluyente.
La segunda vertiente central será enfocarnos en una economía para la igualdad. Nadie deberá en lo futuro de quedar excluido de servicios básicos, de salud, de pensiones. Hay que ofrecer a todas y a todos un destino de dignidad y decoro.
Un punto toral, que ha sido despreciado como nunca en la historia, es retomar la generación de conocimiento para que todos puedan desarrollar su talento. Será la ciencia, tan menospreciada en este sexenio, la que salve finalmente a la humanidad. Pero no solo eso: la economía mundial tardará mucho en reponerse. Las actividades más pujantes estarán vinculadas a la tecnología, a la innovación, a la creatividad, a la colaboración en línea y a distancia. Las nuevas fronteras, así, serán las del conocimiento.
Finalmente, tendremos que construir un país de la periferia al centro. Pasar de la distancia social actual a la distancia física. Me explico: la pandemia no se irá pronto. No se irá de golpe. No se irá para siempre. El distanciamiento físico, de contacto entre personas, deberá mantenerse. Pero tendremos que reconectar las relaciones de todos los mexicanos entre sí, abrazar la empatía y encontrar un propósito común.
Tendremos que levantar a México en los próximos años. Reimaginarlo. Refundarlo sobre una base más ancha, sólida y generosa.
No solo es posible. Es nuestro deber hacerlo.
Empecemos.
@fvazquezrig