Fernando Vázquez Rigada
El objetivo central de la 4T es poner en el centro de la política pública a los más desfavorecidos e impulsar la equidad.
Loable, sin duda. Insuficiente, sin embargo: hay que resolver el rezago. Hacerlo implica la obligación de crecer. Crecer genera riqueza y sólo teniéndola se puede repartir.
A menos que el principio de equidad sea tener una buena distribución de la pobreza, el gran esfuerzo debe ser hacer crecer al país con igualdad. Ninguna de estas dos premisas se ha dado en años.
La desigualdad no se resolverá repartiendo efectivo. No hay política social sostenible sin una buena política económica. Sin recursos para financiarlos, los programas sociales se vuelven una quimera o un cheque sin fondos.
A México lo ronda el fantasma de la recesión económica. La economía cayó 0.2% en el 1er trimestre. La caída viene de adentro: de una desaceleración originada en 2018 pero más como resultado de una visión antigua y errática.
En plena economía del conocimiento y las interconexiones globales, se abrogó la reforma educativa, se apretó el presupuesto de educación superior y se desmanteló el Conacyt.
En infraestructura, se canceló un hub aeroportuario para construir un tren -pase directo del siglo XXI al XIX- y la CFE detiene el uso de gas y retoma el uso de combustóleo y carbón en plena revolución en energías limpias.
No hay crecimiento sin inversiones: públicas y privadas.
Las públicas deben sostenerse con ingresos suficientes. Hoy México no los tiene. Los recursos presupuestales se quedaron cortos en 68 mil millones de pesos con respecto a lo estimado en el 1er trimestre.
El gasto público también se contrajo en 6.1%: la ola de despidos masivos de funcionarios con experiencia retrasó el ejercicio de recursos, pese a que casi 8 de cada 10 contratos se han dado sin licitar, por adjudicación directa.
Aún sin estas fallas, la inversión pública será insuficiente. Ésta se desplomó de 6% del PIB en 2009 a un 2.9% en 2018. Así se mantendrá este año, pese a ser este un gobierno de izquierda.
Además, existe planeación poco profesional, cuando no inepta. Dos perlas: el aeropuerto de Santa Lucía costará 8 mil millones de pesos más porque no consideró la existencia de un cerro de 2,625 metros de altura. Por su parte, el costo del Tren Maya aumentó 711%, 800 millones de pesos, por estudios no contemplados.
La poca inversión pública de años anteriores se compensaba con recursos privados: 19.2% del PIB (2018).
No más. No hay confianza ni certidumbre: el costo de cancelar el NAIM será de 100 mil millones de pesos, pero más cara fue la señal que se mandó: rompo contratos mediante consultas populares a modo.
Aúnese a esto la cancelación de las rondas petroleras y la ineptitud manifiesta en la gestión del sector energético: Pemex perdió en tres meses 35 mil millones de pesos, se destinaron 11 mil millones de pesos a estímulos para evitar el alza de las gasolinas y el combate al huachicol trajo desabasto de gasolinas y, éste, freno a la actividad económica.
Estallaron huelgas que obligaron al cierre de 15 empresas en Tamaulipas; se cancelaron las Zonas Económicas Especiales. Se cerró el Consejo Mexicano de Promoción Turística, sector responsable de 4 millones de empleos, 470 mil micro empresas, del 10% del PIB y de la entrada de 22,500 millones de dólares al país el año pasado.
Todo esto tiene consecuencias. Sólo el 5% de los especialistas del sector privado encuestados por el Banco de México consideran que éste es buen momento de invertir. Resultado: crece el desempleo a su mayor nivel en dos años.
El gran dilema de México no es si debe cambiar o no. De eso no hay duda. Es hacia dónde debe cambiar.
Los signos actuales no son malos: son lo que le sigue.
No hay un modelo articulado de desarrollo. No se puede generar mercado interno sin inversión ni productividad. No hay desarrollo de infraestructuras, promoción de empleo con seguridad social, innovación, desarrollo tecnológico. No hay proyectos para conectar al sureste con el bajío y el norte.
Hay un afán de paliar desventuras regalando dinero.
Al final, cuidado, el resultado puede ser que efectivamente tengamos más equidad en México.
Seremos todos más pobres.
@fvazquezrig