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EL QUIEBRE
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TIEMPO DE IMAGINAR

Fernando Vázquez Rigada

El mundo se aproxima a su primera media década viviendo con crecimientos marginales. Ha sido un lustro de sinsabores. Presiones. Bancarrotas.

Las últimas noticias desalentadoras provienen de Europa y de América Latina. Los países del cono sur han entrado en el tobogán de la desaceleración, comenzando por Brasil, Argentina y Chile, que registra un crecimiento raquítico. México no despega.

Europa, por su parte, presenta una situación preocupante. La zona euro creció apenas 0.7%. Para el segundo trimestre, su locomotora, Alemania, se desbarrancó: contra las previsiones de que tendría un crecimiento cero, la economía se contrajo. También Francia e Italia. De las cuatro economías mayores de la eurozona, sólo Inglaterra tuvo un crecimiento importante.

El problema parece estarse volviendo sistémico. Se pensaba que la economía alemana podría arrastrar a todo el continente fuera de la crisis. Pero se lleva un lustro de lucha sin resultados alentadores. Las rigideces del sistema monetario, de la política fiscal, del balance presupuestal, del acceso a mercados, transfieren los costos del ajuste de manera íntegra al tema social.

Las tasas de desempleo llegan a ser alarmantes. En España supera el 24%. En Grecia, 27%. Italia y Francia superan tasas del 10%. La zona en general registra 11.5% de desempleo.

Ante esta combinación perversa de escaso crecimiento y alto costo social, la posibilidad de la economía alemana de robustecerse lo suficiente para ser un alivio, se aleja. El gran motor alemán es la exportación, pero sus productos no pueden ser lo suficientemente colocados en los mercados de la Unión por la debilidad del consumo.

Estados Unidos comienza a mostrar algunos signos de recuperación, y China sigue manteniendo tasas de crecimiento por encima del 7%. Pero Estados Unidos aún presenta flancos débiles y China debe crecer al menos arriba del 6.5% para satisfacer la demanda interna de empleo. Por su parte, el desplome de Japón y la desaceleración India hacen palidecer las buenas noticias de las dos principales potencias económicas.

El gran experimento político y económico del siglo XX, la Unión Europea, parece naufragar. Los excesos de los mercados desregulados hicieron reventar a la economía mundial.

Lo que estamos viviendo, posiblemente, sea la constatación de que hemos llegado a los límites del sistema actual.

Simple y sencillamente, los progresos que se alcanzaron comienzan a palidecer entre el desempleo, la desigualdad y el desencanto.

Hay nuevos fenómenos económicos mundiales que no están siendo superados. Las instituciones están rebasadas. En lo interno, el debilitamiento de las reglas, la captura de los estados, condujo a tener huecos por los que se escurre el bienestar de la población: monopolios, fraudes, abusos.

En lo internacional, un lustro de penuria debería alertarnos sobre una realidad evidente: hay nuevos problemas económicos pero no hay nuevas instituciones para enfrentarlos. La Unión Europea muere de arterioesclerosis. Las instituciones financieras y económicas deben ir a un geriátrico.

Llegó el tiempo de la imaginación política para impulsar la prosperidad.

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