Fernando Vázquez Rigada.
El año entrante, 2016, se pavimenta el camino hacia los Pinos. La renovación de 12 gubernaturas es la penúltima aduana.
9 son actualmente gobernadas por el PRI, dos por el PAN y una por el PRD, aunque los tres gobernadores no priistas fueron electos bajo acuerdos de coaliciones amplias de partidos opositores al PRI.
De ellas, 2 tendrán atención especial por su padrón, dos por su complejidad y una por su simbolismo.
Las de atención especial serán las de Veracruz y Puebla: los padrones 3 y 5, respectivamente. Acumulan cerca del 12% del padrón nacional. Veracruz es un estado estratégico para la elección presidencial. El PRI ha venido perdiendo empuje en los últimos años: fue derrotado por el PAN en las últimas tres elecciones presidenciales, y las dos últimas gubernaturas ganó apenas por 26 mil y 78 mil votos. El estado ha sido noticia nacional por su condición desastrosa y por la visible fractura de un PRI sin rumbo.
Puebla, por su parte, tiene un padrón de 5 millones de electores, ha probado ya el sabor de la alternancia y en él gobierna uno de los precandidatos más visibles del PAN: Rafael Moreno Valle. Moreno Valle, un converso del PRI, se juega todo en su sucesión. La viabilidad de sus sueños presidenciales depende de su triunfo, pero su gobierno ha dejado huecos importantes. Su soberbia, opacidad y autoritarismo ha generado descontento. En junio pasado, el gobernador perdió toda la zona metropolitana: un anuncio de lo que puede venir.
El Presidente del INE ha confiado que en estas dos entidades habrá un escrutinio especial, anticipables los excesos de las estructuras de poder.
Otras dos entidades tendrán puestas las miradas por el hecho de que ahí se juega la pervivencia de la democracia misma: Tamaulipas y Oaxaca. En el primero reina el terror del crimen organizado: regiones enteras en donde la autoridad ha sido expropiada. En Oaxaca reside un subpoder que ha subyugado al gobernador. La CNTE se ha aliado con Andrés Manuel López Obrador. Aún con su liderazgo afectado, las estructuras de la CNTE, su radicalismo y el oxígeno de MORENA implican un desafío para el estado mexicano. Tanto el crimen como grupos subversivos pueden tratar de impedir, o condicionar, el proceso. Por eso la democracia mexicana se juega mucho en esos estados.
El quinto estado relevante es Hidalgo, por el simbolismo de ser origen de un precandidato del PRI: el secretario de Gobernación, Miguel Angel Osorio Chong. Ahí, el hidalguense impulsará a uno de los suyos, seguramente Omar Fayad, para continuar con el mandato del PRI. No se ve en el horizonte posibilidad de que nada frene la victoria del tricolor ahí.
Hay otros estados como Durango, Aguascalientes y Tamaulipas en donde el PAN tiene altas probabilidades de triunfo. Sinaloa posee las condiciones para que cuaje una poderosa candidatura independiente. Quintana Roo se perfila como triunfo para el PRI si es que surge algún liderazgo nacional que frene las torpezas del gobernador, empecinado en perder su sucesión. Tlaxcala y Zacatecas serán de alta competencia. En Chihuahua el PAN posee dos precandidatos excelsos: Javier Corral y Gustavo Madero, aunque el PRI cuenta con una poderosa estructura partidaria. La irresponsabilidad y corrupción del gobernador Duarte puede pesar al final en una competencia encarnizada.
Así, hay muchas gubernaturas cuyo pronóstico es reservado. PRI y PAN se juegan mucho en 2016. Y no solo por el control de gobiernos y presupuestos. Ahí residen las posibilidades de Manlio Fabio Beltrones para permanecer vivo en la sucesión presidencial del PRI. Si hay saldos positivos para el PAN, Ricardo Anaya podrá encartarse en la competencia. La penetración de Morena en el sureste será factor para determinar la fuerza estructural con la que llegue Andrés Manuel López Obrador.
Los partidos velan armas. Legalmente, los procesos han comenzado. Hay tambores de guerra. El fuego está por comenzar.
@fvazquezrig