El país tiene una urgencia: crecer. Sin crecimiento
distribuido, socialmente incluyente, la democracia
continuará erosionándose, la seguridad evaporándose
y la migración siendo una vergüenza nacional.
La segunda alternancia trajo una nueva vocación: la del
acuerdo. Una operatividad: la reforma; y una visión: el
futuro.
Pero México, el país en donde (sobre) viven 3 de cada 10
pobres de América Latina, no puede esperar a que llegue
el futuro.
México, el país donde más de 5 de cada 10 empleos son informales, no puede ver mas allá del fin de mes. México, el país de la productividad estancada, no puede confiar en que los salarios crecerán por decreto. No habrá milagros. No, al menos, los que no estemos dispuestos a construir a mano. Las reformas darán frutos, sin duda, pero la harán en el mediano plazo.
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