Fernando Vázquez Rigada
El grito más doloroso de la historia fue el del pasado miércoles. Fue el grito del silencio.
Hay una sociedad decepcionada: por un cambio que no les benefició. Por una esperanza rota.
Hay una sociedad olvidada. El mejor de los atributos del presidente, poner la mirada en los más desamparados, se extravió. Por el poder excesivo. Por la arrogancia que éste produce. Por el golpe brutal de la pandemia.
Los estudios serios revelan la imagen de un pueblo que se siente de una forma precisa: abandonado.
Las y los mexicanos tuvimos que adaptarnos a las condiciones brutales impuestas por el virus. La sociedad se rehízo. El gobierno no.
La vida cambió, el gobierno no.
La conexión con la realidad del presidente está dislocada. Ni la plaza vacía, ni la caída en la aprobación ni el peso aplastante de la realidad generan ya sinapsis en él.
Por eso no hubo ¡viva México!
Con una caída de 10.2 del PIB esperada para el año, que implica la evaporación de 2.7 billones de pesos, ¿cuál viva?
La economía, advierten especialistas, no recuperará su nivel de 2018 sino hasta 2025. ¿Cuál viva?
El desplome hará que 12 millones de mexicanos que eran clase media, caigan en pobreza: equivalentes a toda la población de cualquier país centroamericano, con excepción de Guatemala. ¿Cuál viva?
320 mil negocios familiares, que son a la vez sueños y sustento, cerraron este año y no volverán a abrir. ¿Cuál viva?
Hay oficialmente 700 mil infectados y casi 74 mil muertos. Pero en la estimación de AMAG son 20 millones de enfermos y 253 mil decesos. ¿Cuál viva?
Hay más de 60 mil ejecutados bajo la incompetencia de Morena. 58 masacres en 21 meses: y el presidente se ríe.
De ahí el silencio: es más fácil derrotar en las urnas a un gobierno, que encabezarlo. Morena sirvió para sacar al PRI, pero no sabe cómo sustituirlo.
El 15 de septiembre, si se pone atención, hubo un clamor sordo. Doloroso. Porque el llanto más duro es ese: el que no conoce sonido.
Igual que en un lienzo de Munch, el alarido no se oye: sólo se siente.
México tendrá que cambiar para que resurja la empatía: el dolor ajeno que, igual, se padece y se compadece.
La gran decepción de la gente es la certeza de que se esfumó la esperanza en alguien que, después de mucho, la había encendido.
Nadie queda más que nosotros. En lo que hagamos, de aquí a junio, se definirá si el próximo septiembre llenamos las plazas, y cantamos, y celebramos.
O continuamos postrados en el sufrimiento de los gritos del silencio.
@fvazquezrig