Fernando Vázquez Rigada
El día de ayer está ya inscrito en la historia del país.
Hay un antes del 26F.
Y un después.
Ayer crujieron los cimientos retóricos de un poder abusivo, mentiroso, ineficiente y peor: inútil.
Millones de mexicanas y mexicanos tomamos las plazas de más de 112 ciudades del país y el mundo para manifestarnos.
Manifestarnos, en el mejor, contundente, y original sentido de la palabra. Manu: el derecho que tenían los ciudadanos de Roma. Manu: alzar la mano para ejercer un derecho. A partir del manifestatio: dar a conocer. Y festus: festivo.
Ayer dimos a conocer la postura aplastantemente mayoritaria de una sociedad libre y más: despierta. No permitiremos que la democracia muera ni que la libertad se encadene.
Y fiesta: lo hicimos en sentido cívico, patriota y respetuoso. Sin agresiones. Ni insultos. Ni pintas. Las porras y los cantos se estrellaron en las vallas de acero en donde se encerró el poder.
Fue un acto lleno de simbolismos.
Un templete que dejaba libre, abierta y digna, a la Suprema Corte de Justicia de la Nación: para que las y los ministros nos vieran, y los viéramos; para que nos escuchen, pero también para que sepan que los escuchamos.
Oradores que llamaron a ejercer los derechos, a defenderlos, pero también a reconciliarnos, a la unidad, a la conjunción de propósitos.
Jóvenes que, en lugar de llamas y grafitis, depositaron flores a las puertas del Máximo Tribunal de la República. Flores: como claveles colocaban en los fusiles de los soldados los manifestantes de la Lisboa de la revolución de los claveles.
Flores, blancas y rosas: los colores de la paz y la concordia. Flores, como las sembradas en la Primavera de Praga, con un idéntico mensaje: “podrán secar todos los campos, cortar todas las flores, pero jamás la primavera”.
Nunca antes había vivido esto México.
No tras la masacre de Tlatelolco, ni tras los terremotos, ni tras el fraude de 1988, ni en los festejos del 2000.
Nunca, tras tanto dolor e injusticia.
Esta fue la primera manifestación genuinamente nacional de la historia. De Tijuana a Mérida, las plazas colmadas con un mismo color y un mismo canto: libre y demócrata.
Nunca había sido así, porque hoy se juega todo: lo que hemos sido, lo que somos y lo que seremos.
Los millones dijimos a una sola voz: sí, la ley es la ley.
El origen de la manifestación y la indignación es una exigencia no negociable, sensata, pero inaceptable para el autócrata: votar, y hacerlo libremente.
¿Es mucho? ¿Por qué tanto odio? ¿Por qué tanto miedo ante una sola idea?
Votar. Y hacerlo libremente. Que gane quien tenga que ganar.
Ayer salimos millones a las calles. En redes sociales, el impacto fue de decenas de millones. Las interacciones, de cientos de millones.
El 26F fue un principio: no un final.
Vendrán más luchas. Más desafíos. Más exigencias. La batalla será larga y difícil.
Ser ciudadano es serlo todos los días. Ayer, hoy y siempre.
Estamos en marcha y estamos en pie.
Por muchos meses, ojalá años, no habrá tiempo ni interés de volvernos a sentar.
@fvazquezrig