Fernando Vázquez Rigada
Febrero 17, 2014
Finalmente, aparentemente en el PRD han llegado a un acuerdo: evitar una colisión para rehacerse en torno a su fundador histórico. Cuauhtémoc Cárdenas es, en apariencia, el único político aceptable para todas las corrientes internas. Con su llegada, se desvanece el fantasma de la ruptura.
La llegada de Cárdenas le dará un peso específico al liderazgo que lo convierte en un actor central del debate público. Cárdenas enfrentaría varios retos: tratar de frenar la descomposición interna; cerrar la fuga de simpatizantes hacia MORENA, dar frente a las reformas que ha impulsado Enrique Peña Nieto y, finalmente, elaborar una plataforma atractiva para un electorado que se aleja paulatinamente del PRD.
La presidencia de Cárdenas no puede, de ninguna manera, circunscribirse a lo que no puede ser. Decir no a la reforma energética, no a los impulsos de modernización de la economía, no al acercamiento con Estados Unidos. Tiene que decir claramente cuáles son los sí. ¿Qué puede esperar México del PRD?
El gran peligro es que la llegada de Cárdenas garantice la unidad interna a costa de dar un salto al pasado.
El ingeniero es un cuadro respetable de la izquierda, pero rompería con el dialogismo de la presidencia de Jesús Zambrano que, guste o no, dio resultados importantes al país: firmó el pacto por México; negoció la reforma fiscal como interlocutor de primer nivel e impuso condiciones; generó condiciones para influir en otras reformas, consiguió un mayor presupuesto para el DF (su principal bastión) y mantuvo al PRD dentro del juego de influencia nacional. Si rompe con el gobierno, Cárdenas puede aislar a su partido y evaporar su presencia en el Congreso. Puede, además, entregar al PRI a los brazos del PAN.
Por otra parte, existe una responsabilidad directa del que será nuevo dirigente en los acontecimientos de Michoacán. Su familia convirtió a ese estado en una comarca personal. Su padre fue tres veces gobernador. Su tío, dos. El mismo ocupó la silla ejecutiva y lo hizo también su hijo, con quien arrancó en buena medida la descomposición actual del estado.
El gran drama perredista sigue siendo la ausencia de cuadros. Volver a 1988 es un mensaje claro del vacío de nuevos liderazgos que oxigenen las venas del partido. Lo probado es infalible, pues vuelve a tener las mismas virtudes y defectos. No obstante, no es lo mismo los 3 mosqueteros que veinte años después. No lo es Cárdenas y tampoco lo es México.
Cárdenas no trae agenda de modernización para el partido ni para el país. No siente impulso de diálogo. No ve con buenos ojos el lugar que México construye en el mundo. No posee el carisma y la vitalidad de Andrés Manuel López Obrador. Traerá unidad. Nada menos. Pero nada más.
@fvazquezrig