Fernando Vázquez Rigada
Junio 10, 2014
Hombres que son mujeres. Mujeres varones. El mundo cambia. La sociedad también. Los roles. Los valores. El sexo. La forma como entendemos la vida.
El primer sexo fue el del hombre. A lo largo de la historia, hasta bien reciente, apenas el siglo pasado, la mujer fue un objeto: algo más que una paridora y una suministradora de servicios. Todo: la cultura, la dirección, la voz, era masculina.
En el siglo XX dos mujeres detonaron una de las más profundas transformaciones del mundo. Lo hicieron a partir de la fuerza del intelecto. Virginia Wolf escribió una «habitación propia». Simone de Boveaur, «El segundo sexo»: la contribución filosófica más importante del feminismo. A partir de ahí, junto con el progreso científico, las mujeres entraron de lleno a la vida económica, política y creativa. La pastilla anticonceptiva le ofreció la posibilidad de controlar su fertilidad, con lo que la sexualidad se separó definitivamente del concepto embarazo. Fue una liberación no sólo corporal: le permitió programar su vida profesional.
Al separarse el concepto de familia/descendencia, surgió la demanda por la emergencia del respeto como eje de los derechos sociales. Las parejas homosexuales demandaron tolerancia, reconocimiento y protección a las sociedades que les habían segregado, humillado, atacado. El tercer sexo había aparecido en escena. Han logrado mucho, pero no en todas partes. En Rusia la homosexualidad masculina se castiga con cárcel. En Arabia Saudita o Irán, con la muerte.
Hoy, se observa el fermento de lo que será el cuarto sexo: seres humanos que funden su identidad. El andrógino, que desde Platón rumiaba en los rincones oscuros de la vida social. El andrógino es el protagonista central de una novela magnífica de José Luis Gómez: Los niños del Trópico de Cáncer. Hoy, toman por asalto las tarimas, las pasarelas, el imaginario de una sociedad a la que le cuesta definirse. Que es insaciable. Que quiere más, aunque no sepa qué. Ellos, los andróginos, presionan el concepto de identidad -jurídico, estético, moral- como lo hemos entendido.
¿Exagero? Quizá. Quizá no. Uno por ciento de los usuarios de Google+ dieron click en su registro de género (masculino/femenino/otro) en «otro». A partir de ahí, Facebook abrió un abanico de posibilidades para autodefinirse.
Tarde o temprano, los avances científicos harán que la reproducción humana se haga en líneas de producción: el nuevo fordismo que determinará la producción en masa de seres humanos. Habrá modificaciones genéticas. Implantes de software en el cuerpo. Desarrollo inducido de habilidades. Expansión de la memoria a través de memorias externas. Reconstrucciones de memoria virtuales. Embarazos de parejas lesbianas a través de clonación: el espermatozoide habrá sido, finalmente, vencido.
Ese es el futuro que asoma. El que nos traerá una verdadera revolución ética. Moral. Filosófica.
¿Seguiremos siendo lo que somos?
¿Cómo haremos para gobernar, institucionalizar y regular todo esto?
¿Podría llegar el momento en que, como Huxley en «Un Mundo Feliz», veamos al sexo como algo obsoleto y asqueroso?
Debemos tener cuidado: el cuarto sexo podría implicar, quizá, el fin del sexo como lo hemos conocido hasta hoy.