Fernando Vázquez Rigada
Estos días aciagos nos han revelado que una de las tareas más urgentes que debemos emprender como sociedad es la construcción de ciudadanía.
Somos un país de muchos habitantes, pero de pocos ciudadanos.
La labor seminal de la revolución francesa fue crear un nuevo tipo de mujeres y hombres que tuvieran derechos, obligaciones: igualdad, libertad, fraternidad.
Hay una convergencia de dos tragedias: un gobierno incapaz y una sociedad irresponsable.
El manejo público de la pandemia ha sido un horror que terminará con una condena histórica y acaso con responsabilidades legales para más de uno.
El gobierno ha sido lento, errático, demagógico e irresponsable en el manejo del peor desafío de la República en un siglo.
Negó la ferocidad del virus, “menos dañino que la influenza” dijeron y procedieron a cancelar el seguro popular. ¿Alguien ha oído algo del INSABI en estos días?
Convocaron hasta marzo al Consejo de Salubridad Nacional y hasta marzo salieron desesperados a comprar ventiladores. Se apostó al detente y se atizó la irresponsabilidad invitando a la gente a salir. Negaron las recomendaciones de la OMS: pruebas y rastreo de datos, cubrebocas. Mienten en el reporte de enfermos y decesos.
En medio del desastre institucional federal, ha emergido, nítida, terrible, nuestra imagen como sociedad en el espejo.
En plazas públicas a reventar. En centros comerciales repletos. En restaurantes y comercios abiertos pese a normas en contrario. En personas de la tercera edad conviviendo como si nada. En boulevares llenos de jóvenes. En playas atestadas. En fiestas donde se promueve la inmunidad de rebaño.
La movilidad se desbordó en medio del caos comunicacional del gobierno. Como resultado, el personal médico está exhausto, abrumado, rebasado y expuesto: en mayo 20% de los contagios eran de personal de salud.
La ausencia de solidaridad de millones ha sido dramática. Es la gente que nunca respetó el distanciamiento social, que no usa cubrebocas, que ignoran las normas y que exponen a los demás y están haciendo interminable el confinamiento.
Ahora comenzamos a ver el rostro de la tragedia: la UNAM reveló que 71 de cada 100 muertos por la pandemia no terminaron la primaria.
Hay una conexión directa entre el grado de estudios y el nivel de muerte. A ese factor se ligan una serie de derivaciones: menor ingreso, falta de empleo formal y, por ende, de un sistema de salud mejor. Bajos ingresos y, por tanto, menor acceso a servicios.
Habría que recordar que una cultura de irresponsabilidad gestó dos pandemias más que agravan la de COVID 19: el 75% de la población tiene obesidad y 10.3% diabetes.
Cuando esto pase, tendremos que replantear la formación de niños y jóvenes; reconectar a la escuela con el hogar y asegurar la permanencia en la escuela.
Habrá que generar talento, una cultura de la solidaridad, pero también del respeto: por los demás y por la ley.
Hay que emprender un gran esfuerzo nacional de producción masiva de ciudadanía.
Bajo la tragedia de la pandemia se oculta la desgracia de la escolaridad nula o trunca, de la desigualdad, de la necesidad, pero también de la ignorancia y de la irresponsabilidad.
De nosotros depende aprender.
@fvazquezrig