ZARPAZO
febrero 16, 2025

EL CASCABEL AL GATO

El consumo de redes sociales en niñas, niños y adolescentes se ha convertido en una epidemia. Estudios internacionales. Diagnósticos médicos. La estadística nacional, lo corrobora.

El gobernador de Querétaro, Mauricio Kuri, le ha puesto el cascabel al gato: ha propuesto, en su estado pero también en una iniciativa federal, prohibir el uso de redes a menores de 14 años y, de 15 a 17, sólo con el permiso explícito de los padres.

Es el primer estado de México que se atreve a hablar de una enfermedad silenciosa, oculta, pero muy grave.

No ocurre así en el mundo. Australia, España, Suecia, Noruega, y algunos estados como Florida y Texas en Estados Unidos, lo han hecho.

Las estadísticas en México son dramáticas.

En Querétaro, los menores pasan 6 horas al día conectados. En México, 5, de acuerdo al INEGI.

70% de las niñas y niños tienen redes sociales, 3 de cada 10 han sufrido acoso, a 1 de cada 4 se le ha pedido fotos personales y a 1 de cada 3, amigos a quien no conocen les han pedido tener contacto personal.

Según datos de salud nacionales, la ansiedad ha crecido 15% y la depresión 18% en esos grupos de edad. Las tasas de suicidio se incrementan año con año. Las autolesiones en menores, también.

¿Por qué?

Porque las redes están diseñadas para engancharnos. Cada vez que hay reacciones —-positivas o negativas— a una publicación, el cuerpo genera una pequeña disposición de dopamina que llega directo al cerebro. Esto implica dependencia, particularmente nociva en los niños porque el córtex cerebral se desarrolla de los 5 a los 25 años.

Como consecuencia, se incrementa el tiempo que se dedica a la pantalla, generando problemas serios de salud: aislamiento, ansiedad, insomnio (los niños de Querétaro duermen 5 horas o menos), y falta de concentración. Un libro estupendo de Nicolás Carr, “Superficiales”, revela que los seres humanos somos cada vez incapaces de leer textos extensos. Nuestros ojos “escanean”. Los buscadores nos han acostumbrado a brincar de un texto a otro dentro de la misma pantalla. Las redes nos obligan a escribir textos cortos. A leer por encimita.

Las y los niños, además, entregan voluntariamente su información, su ubicación, sus gustos, sus imágenes. Han cedido su privacidad, convirtiéndose en paparazzi de sus propias vidas.

La frustración que causa no convertirse en influencer lleva a la ansiedad, la depresión o la audacia de mostrarse sensual, que resulta fatal para su seguridad, en un universo en el que cerca de 13.5 millones de usuarios son falsos.

El libro la “Generación Ansiosa” de Jonathan Haidt, explica que la mezcla del internet masivo con los teléfonos celulares inteligentes y cámaras para auto fotografiarse, las redes sociales con botones de “compartir”, “Me gusta” o “comentar” y los algoritmos para “enganchar” al usuario, han incubado esta epidemia.

Las y los niños han dejado a su familia y a sus amigos por la pantalla.

Migraron del mundo real al virtual.

Pero no. La historia, tú historia, no se escribe en Instagram. Tú inteligencia no es artificial, sino profundamente humana. El afecto, el consuelo de un abrazo, la empatía de una mirada, la certeza de un apretón de manos, eso nos hace lo que somos.

Nadie, decía Sartre, se hace humano solo: nos hacemos humanos los unos a los otros.

Por eso esta iniciativa es importante. Cada etapa de la vida debe llenarse a plenitud. Adelantarlas o retrasarlas llevan a la frustación o al ridículo. Hoy, al riesgo de ser abusado, prostituido, ejecutado.

Deberíamos hacer un esfuerzo colectivo por reinstalar los hermosos encuentros humanos que nos hacen mejores. Hacerlo en todos lados: en el hogar, la escuela, en el trabajo, en la mesa. Recuperar los parques, el deporte, el arte, la cultura. Promover que las y los niños vuelvan a sentir la efervescencia del descubrimiento del mundo, de sus riesgos y oportunidades.

Sería una pena que, de no tener el valor de exigir hoy que el Senado apruebe esta ley, las ediciones futuras nos digan que el día más feliz de Robinson Crusoe no fue cuando encontró a Viernes.

Sino una pantalla.

@fvazquezrig

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