LA DEMOCRACIA BAJO ASEDIO
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EL COLAPSO DE LA SALUD

Fernando Vázquez Rigada

 

El país está enfermo. Su sistema de salud está por entrar a terapia intensiva.

 

Se trataría, en su caso, de una crisis humanitaria y moral, que afectaría a la sociedad en su conjunto, pero particularmente a las y los mexicanos más necesitados.

 

Las imágenes son desoladoras: mujeres embarazadas sin estudios, niños sin vacunas, enfermos sin consultas, pacientes sin medicinas, beneficiarios con el seguro popular cancelado, médicos sin prestaciones.

 

Había problemas, muchos graves. No obstante, lo que funcionaba dejó de hacerlo y los problemas se agravan y multiplican.

 

De continuar la ruta, el sistema va a colapsar.

 

¿En qué estado encontró la 4T el Sistema de Salud?

 

Del año 2000 al 2018, se registraron avances: el presupuesto de la secretaría de salud creció 210%, y el gasto en salud 1.3% del PIB; el gasto por habitante, de 322 dólares a 677 en 2014.

 

El número de mexicanas y mexicanos con atención creció de 40 a más de 100 millones en 2015. Casi el 85% de la población tiene ahora atención. Antes no lo tenía ni la mitad.

 

Se duplicó el número de camas por cada cien mil habitantes, se triplicó el de médicos y el de enfermeras se multiplicó por 7.

 

Hoy México tiene una mortandad materna e infantil inferior al promedio latinoamericano, se eliminaron la poliomielitis, la difteria y el tétano neonatal.

 

Los datos internacionales no sustentan la imagen de un sistema devastado.

 

¿Había deficiencias? Por supuesto. No pocas ni menores.

 

En los estados permeó de manera escandalosa la corrupción. El gasto en México en salud sigue siendo bajo (-1.2% del PIB que en AL) y malo: el 8.9% se va a administración vs 3% en la OCDE. La infraestructura es insuficiente y las medicinas escasas: solo 6 de cada 10 pacientes salen con su receta surtida.

 

Estos problemas han recibido malas respuestas, no soluciones.

 

Se combate la corrupción con indultos y se canceló el seguro popular. Los 50 millones de mexicanos con menos ingresos ya no tendrán derecho a atenderse cáncer, SIDA o enfermedades crónico degenerativas: un drama y una injusticia.

 

Había pocos recursos: ahora hay menos. El presupuesto bajó 3.2%. Adicionalmente, Hacienda congeló 1,201 millones de pesos, de los cuales 225 estaban destinados a los hospitales de alta especialidad, 123 a compra de medicinas y se afecta a programas vitales como el control de la obesidad y diabetes, la salud materna y reproductiva, los programas contra adicciones, oncología y SIDA.

 

Viene otro recorte, anunciado este mes, del 30% a gastos operativos y 50% a servicios personales. El primero implica disminuir consultas, espaciar cirugías, recortar estudios. El segundo afectará al personal. Si ya los médicos de confianza de Nutrición y Pediatría habían perdido sus derechos a guarderías, lactancia, vales de despensa ahora se tendrá que despedir a enfermeras y dejar de contratar laboratorios externos, con lo que los análisis sufrirán una disminución.

 

Este tipo de recortes cancelaron un tiempo, por ejemplo, los tamices genéticos prenatales.

 

En el primer trimestre del sexenio se impidió la producción de medicinas en México por una restricción de COFEPRIS, se congelaron las licitaciones por los vetos presidenciales y ello explica la escasez de vacunas y el desabasto agudo de medicamentos en hospitales públicos. Para compensar el daño, se abrió la importación, incluyendo a medicamentos chatarra de China o India.

 

Había que cambiar, sin duda. Pero no así. Había que poner al centro del sistema a las y los mexicanos.

 

Requerimos promover la salud: alimentación, deporte, hábitos, vacunación, detección y diagnósticos tempranos; una cultura de la prevención pero también de la atención primaria: en comunidades y en hogares.

 

Se requiere una fórmula financiera para invertir más, no menos, gastar mejor y controlar las adquisiciones para erradicar la corrupción.

 

Pero no: el remedio está saliendo peor que la enfermedad. Los brujos empoderados tratan un desgarre amputando la pierna.

 

Ya no hay duda: el tratamiento de la 4T está matando al paciente.

 

@fvazquezrig

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