Fernando Vázquez Rigada
En 1958, Mao Tse Tung lanzó una iniciativa que pretendía resolver los grandes rezagos sociales de China. Le llamó el Gran Salto Hacia Adelante.
El plan no sólo falló: fue un desastre. Quizá 30 millones de chinas y chinos murieron. Y murieron de la peor manera. Murieron de hambre.
Algo similar está ocurriendo en México, y no sólo en lo económico y social: también en lo político.
Tras las elecciones del 5 de junio, la geografía del país no deja lugar a dudas. El oficialismo controla 22 gubernaturas. Lo hace, además, de manera orgánica. Igual que con los presidentes del PRI, los gobernadores de Morena se someten, en su mayoría, a los designios del presidente. Acoto: con el PAN no ocurría así. Recuérdese el destape en Jalisco de Felipe Calderón, entonces, secretario de energía, por el gobernador Ramírez Acuña.
Tal concentración de poder vertical nos regresa un cuarto de siglo atrás. Fue en 1999 la última vez que el partido del presidente tuvo esa cantidad de gobiernos estatales.
La votación en favor de López Obrador, 52% del voto, sólo fue superada por Miguel de la Madrid en 1982: hace 40 años. Hay una diferencia sustantiva y no menor: la de López Obrador fue una elección libre y democrática.
Pero López Obrador pretende volver a aquellos tiempos: quiere desaparecer al INE y controlarlo. Quiere reducir la representación legislativa (había entonces 400 diputados y 64 senadores) y utiliza con cinismo todo el poder del Estado para promover, inhibir, comprar y cooptar votos.
Gracias a un fraude a la ley en 2018, el oficialismo obtuvo en la cámara baja la posibilidad de modificar por sí misma la Constitución. Con ello, el país volvió a la elección de 1985: un salto de 37 años hacia atrás.
Pero aún con el avance opositor del 2021, el oficialismo tiene mayoría absoluta en cada cámara, con lo que se puso fin a la era de gobiernos divididos. ¿Qué es eso? Que el presidente no cuenta con los votos para aprobar en el Congreso lo que le venga en gana. Esa fue una gran novedad en México, allá en 1997. Ahí por primera vez, el gran Tlatoani priista perdió la mayoría en la Cámara de Diputados. Finito.
La Suprema Corte —por sus nuevos integrantes, por docilidad o vulnerabilidad de algunos ministros— está siendo asfixiada, con lo que el poder judicial estaría por perderse. Esa dependencia no se veía desde la reforma de Ernesto Zedillo en 1995. Recuérdese la subordinación previa: Carlos del Río, presidente de la SCJN fue enviado como representante personal del presidente Carlos Salinas a un evento internacional. Así.
La ascendencia de las fuerzas armadas en la vida nacional nos mete al túnel del tiempo y nos lleva hasta el inicio del sexenio de Miguel Alemán en 1946: un retroceso de 76 años. Alemán no sólo fue el primer presidente civil de la pos revolución. Fue quien eliminó a la milicia como sector del PRI.
La presión cotidiana a periodistas, la abierta violación y desprecio a la ley por parte de funcionarios, la cínica intervención del crimen en las elecciones y en la vida de millones de mexicanas y mexicanos: todo nos habla de una erosión terrible de la libertad y de la democracia.
El gran salto terminará mal, como el de Mao.
¿Qué tan costoso será?
No lo sabemos. Ya lo costos son muy altos.
Inadmisiblemente altos.
Twitter: @fvazquezrig