02/07/2012
En este momento ya se habrá decidido el destino de México. Lo importante de esta elección ha sido no quién gana y quien pierde, sino qué país debe nacer a partir de hoy.
México es un país que desfallece de contradicciones. Es rico, pero pobre. Culto, pero analfabeta. Con historia generosa, pero con un futuro incierto.
El país desfallece: de hambre, de confusión, de egoísmo. En los últimos años, hemos vivido en el extravío. Ganamos y perdimos mucho. Ganamos la alternancia, perdimos la transición. Ganamos la estabilidad, perdimos el crecimiento. Ganamos la democracia, perdimos la eficiencia. Ganamos la pluralidad, perdimos el consenso.
El país que debe nacer a partir de hoy es un país que debe ser más generoso, más incluyente, más decente.
Urge que se recupere al estado mexicano. Sometido a ayuno y a lobotomía, las instituciones de la República carecen de músculo y de inteligencia. El estado carece de poder útil. Sin visión, México se gobierna desde el retrovisor. Falta una mirada ancha y larga. Falta conducción. Sin proyecto de visión, sin una idea de futuro, seguiremos caminando en círculos.
El país requiere recobrar su generosidad. No puede hacerlo sin crecer. Recursos los hay. Lo que no hay es capacidad, talento, imaginación para aplicarlos en favor en algo más que no sea la estabilidad. Sin tasas de crecimiento potentes y sostenidas, la nación seguirá desgarrada entre un sur empobrecido y un norte pujante, entre aquellos que están conectados al mundo y los que lo están al olvido.
No es, con todo, suficiente crecer: hay que hacerlo de manera incluyente. No podemos seguir excluyendo a millones de una vida digna y cerrando las oportunidades a una juventud que se agota.
México ha perdido influencia y peso específico. La influencia está en donde está la voluntad de tenerla. Nuestro talento, nuestra riqueza, nuestra cultura, nuestra historia deben servirnos para lanzarnos al mundo y recuperar la grandeza que se ha evaporado.
Habrá que romper con ideas que funcionaron. Habrá que dar la espalda a mucho de lo que creímos y que ya no funciona. Pero habrá que hacerlo. Repetir los pasos nos conducirá al mismo destino: imposible esperar resultados diferentes con las mismas fórmulas. Habrá que tomar decisiones difíciles. Pero habrá que hacerlo. La peor decisión, lo hemos visto, es la que no se toma.