25/04/2010
Andrés Manuel López Obrador acaba de realizar una carambola de varias bandas. Pese a que el ex Jefe de Gobierno del Distrito Federal ha perdido el foco en los últimos años, aún conserva algunos de sus reflejos de político hábil, sorpresivo, que lo distinguieron durante su etapa de ascenso, en los años 1996-2005.
Al forzar el retiro de su partido satélite, el del Trabajo, de las coaliciones partidarias de amplio espectro, el tabasqueño posiblemente esté condenando al naufragio al experimento.
Las tendencias electorales más recientes demuestran que el PRI se presenta como un fabuloso enemigo a vencer. En todas las encuestas levantadas en las doce Entidades en que se celebrarán elecciones, el tricolor se levanta en el primer sitio de las intenciones de voto. Hay Estados, como Tamaulipas, Chihuahua y Veracruz, en donde no hubo coaliciones, y en donde el PRI arrasa a su más cercano competidor, el PAN.
En los resultados publicados por Gabinete de Comunicación Estratégica, en las tres elecciones, el PRI prácticamente duplica la intención de voto por el PAN. En el caso concreto de Veracruz, Javier Duarte ganaría la elección en este momento con 44.8% de los votos contra 21.1% de Miguel Ángel Yunes y sólo 6% de Dante Delgado. Esta tendencia la refrendó la prestigiada encuestadora veracruzana Impulsos Comunicación. En Tamaulipas la ventaja del PRI es de 18 puntos y de 20 en Chihuahua.
Existe un segundo bloque de tendencias a analizar, que son las elecciones en Estados con coaliciones. Aquí el resultado es desalentador para los aliancistas. En Hidalgo, Mitofsky le da una ventaja de 20 puntos al PRI con 50% de la intención de voto contra sólo 30% de Xóchitl Gálvez. En Durango la ventaja es de 18 puntos. Más cerrados son los números en dos Entidades: Puebla, en donde la ventaja es de 9 puntos, y en Oaxaca, donde se reduce a 4. Falta el resultado en Sinaloa, aunque todo indica que la migración del Senador Manuel López Valdés fracturó al PAN y le restó competitividad a la coalición.
El último bloque de análisis son las elecciones en donde el PRI no gobierna: Zacatecas, Aguascalientes y Tlaxcala. En las tres elecciones el PRI va arriba, aunque en Tlaxcala con ventaja aún mínima, por menos de 4 puntos: un empate técnico.
Ante este escenario complejo, López Obrador decidió recular y abandonar la aventura aliancista, manteniéndose sólo en Oaxaca. Con esto, López Obrador aísla a sus enemigos y les endosa un enorme costo político.
Las coaliciones implicaron un duro desgaste para las dirigencias partidarias y para el Gobierno Federal. En un enredo mediático, Fernando Gómez Mont y César Nava fueron incapaces de explicar los objetivos y alcances de una alianza extraña con su más poderoso adversario: el PRD. El escándalo llegó, finalmente, directamente a Los Pinos. Calderón bendijo el concubinato en el afán de mantener a flote la competitividad de su partido. Por su parte, Jesús Ortega sufrió también la embestida de sus correligionarios más duros. La opinión pública terminó por no digerir una coalición prendida con alfileres.
En este escenario, la única posibilidad de explicar eficientemente las coaliciones era aposteriori, esto es: alzándose con el triunfo electoral. Sólo así se podría resumir el esfuerzo de unir lo desunido, de conciliar lo irreconciliable: con el pragmatismo de lareal politik. Pero no. Las cosas no van bien e irán peor sin el PT. Al menos en Puebla, Zacatecas e Hidalgo, la salida del PT ha condenado a muerte a las coaliciones y al PRD. Los actores que tejieron los acuerdos, que quedaron atrapados en la densa telaraña de las mentiras y las contradicciones, quedarán exhibidos si las tendencias prevalecen.
Pero además, el peje lanza un dardo envenenado a Marcelo Ebrard. El poderoso Jefe de Gobierno apoyó el experimento a través de su operador más avezado: Manuel Camacho Solís. El efecto colateral de las tendencias actuales es que hiere al principal adversario interno de López Obrador. Ebrard sufre del desgaste del fracaso del que, se sabe, existen siempre pocos padres. Mediáticamente él será uno de los progenitores del engendro.
Al retirar sus fichas de la apuesta, López Obrador permanece en el ideario de la izquierda más dura como el líder puro, que fue incapaz de consentir una alianza espuria.
Jugada de billar de fantasía, ni más ni menos. En política, hay derrotas con sabor a victoria. Si las elecciones fueran hoy, el peje gana. Pierden Calderón, Nava y Ortega. Pierde Marcelo. Pierde Camacho y su tesis central: si no se frena hoy al PRI, en 2012 será demasiado tarde