Fernando Vázquez Rigada
Es inminente la visita del presidente de la República a Washington.
Será la primera vez que el ejecutivo salga del país. Va a la sede del poder global, en un momento complejo para ambas naciones.
Primero, Estados Unidos enfrenta una severa recesión. Un desplome en su actividad productiva que no parece tener fin. Se pronostica una contracción de -6.5%. Las solicitudes de ayuda por desempleo llegaron a 38 millones.
Segundo, el descalabro económico proviene del colapso de su salud pública. El número de contagiados sólo en Estados Unidos dos millones y medio de infectados, y 125 mil muertos.
Donald Trump está atrapado es esa disyuntiva: superar la recesión al costo de disparar los contagios.
Su desespero responde a que en noviembre enfrentará su reelección.
El problema es que no hay presidente que haya podido reelegirse en recesión en todo el siglo XX y lo que va del XXI.
Trump apostó todo a la economía. Está perdiendo.
Las encuestas nacionales ponen a su contrincante, Joe Biden, hasta 14 puntos por encima del presidente. Pero esas encuestas importan poco. Son más importantes las estatales, en especial la de estados clave.
Y ahí la reelección no se ve nada bien.
Florida, Pensilvania, Michigan, Wisconsin, Arizona y Carolina del Norte están, hoy, perdidos para el presidente.
El colmo: Trump está un punto abajo en Texas, trinchera inexpugnable de los republicanos y padrón de gran magnitud.
Sin esos estados, el presidente no podrá reelegirse. Pero tampoco podrá sin una parte importante del voto latino. Registra hoy apenas 21 puntos de intención en ese segmento, 9 debajo de los que logró en 2016.
Por eso la visita del Presidente mexicano puede implicar oxígeno para el residente de la Casa Blanca. Será, con todo, insuficiente. No parece haber la tracción de López Obrador entre la base latina para despertar entusiasmo suficiente para salvar la reelección.
Y ahí es donde el tablero internacional se vuelve muy complicado para el presidente mexicano.
Aunque quisiera, no puede escapar de una petición directa de Trump. No después de salvar a México del arrebato en la OPEP. No, después del envío de ventiladores.
Pero las señales son complejas. Se sabe de preocupaciones importantes por el futuro del país en la comunidad de inteligencia. Se ven con resquemor los acontecimientos de Culiacán y el saludo a la mamá del Chapo. Las declaraciones del embajador Landau sobre la ausencia de condiciones para invertir en México son un mensaje típico de Washington.
Pero, sobre todo: la visita será calibrada por el establishment demócrata.
Y ahí, justamente ahí, es en donde México, no el ejecutivo, puede perder.
Y perder de a de veras.
@fvazquezrig