Fernando Vázquez Rigada
El vértigo en los acontecimientos no permite ver con claridad lo que ocurre, pero, si se unen los puntos, la imagen es clara: Morena está pasando por una crisis.
Hay una emergencia.
La herida más sensible es la fragilidad de su candidata. Claudia Sheinbaum adolece de una clara —sin ironía—ausencia de liderazgo. Fue incapaz de nominar a su candidato en la Ciudad que gobernó. Se le impusieron los factores reales de poder, que no tienen bastón, pero sí toletes. No pudo hablar en un evento de la Arena Ciudad de México. Fue incapaz de llenar el Estadio Azul. Su aliada en Veracruz tuvo que entrar por género, en empate técnico.
El hueco hacia adentro de la campaña es grave. Tanto, que tuvo que aceptar la llegada de Arturo Zaldívar para reforzar —sic— las capacidades de su programa. ¿De veras? ¿A poco no bastaron el Fisgón, Gatell y Taibo? Zaldívar disminuye hasta la indignidad, bota su asiento en la Corte y exhibe su servilismo. Llega con un objetivo: desmantelar el Tribunal que juró defender.
Las nominaciones estatales le traerán consecuencias serias. El Frente ahora es competitivo en Morelos, donde no lo era, por la defección de la Senadora Lucy Meza. Le cumplieron el capricho del veto al gobernador peor evaluado del país: Cuauhtémoc Blanco. El pleito interno en Puebla anticipa el triunfo de Eduardo Rivera. La Ciudad de México se la juega en contra de una mayoría de Clase Media: 60% de sus hogares lo son (Inegi). En Guanajuato mandaron al rival más débil y en Veracruz, ya se dijo, los números obligan a una negociación o a arriesgar la elección.
Pero los problemas más graves de Morena tienen dos nombres precisos: Acapulco e inseguridad.
El desastre natural de Guerrero está por convertirse en un desastre social y, luego, de seguir así las cosas, en un desastre humanitario. Acapulco ha demostrado el rostro más despreciable de Morena. Ocupado en la politiquería, el gobierno ha abandonado a las personas más humildes. No llegan los apoyos. No hay presupuesto. El crimen y la basura se apoderan de sus calles. Como en el discurso ya todo está arreglado —ya va el Tianguis de regreso en Marzo— se decreta ¡el levantamiento de la emergencia!
El crimen desafía las más elementales formas de convivencia con el poder con el que pactó. Apoderado de Chiapas, de Michoacán, de Colima, de Jalisco, de Tamaulipas, de Zacatecas, van por más: van por todo. La primera causa de muerte de los jóvenes de 15 a 25 años en este país de horror es el homicidio por arma de fuego.
El retrato culmina con la radicalización del régimen. El ejecutivo se confronta con el segundo y el tercer hombre más rico del país. El gobernador de Baja California Sur se lanza contra los creadores de riqueza de los Cabos y, en tono comunista, los intenta regañar.
Todo esto conecta un mapa de descomposición que hará cada vez más difícil la gobernabilidad y que puede hacer que el movimiento viva hasta que su creador se vaya. Y se irá. Porque una cosa es estar en el poder y otra ser obedecido sin él. El signo de la pérdida del poder es la ingratitud.
Por eso la incursión de Samuel García es imprescindible y también el apretón a Marcelo Ebrard cuyos expedientes lo reducirán a la irrelevancia.
Así las cosas, Morena vive una emergencia silenciosa.
El problema es que nadie lo aprovecha.
Las oposiciones, con sus erratas, siguen apostando a ganar el partido gracias a los autogoles del adversario.
@fvazquezrig