Fernando Vázquez Rigada
Una semana tras otra, el prestigio de la institución presidencial se desmorona. Lo grave no es que caiga la popularidad de un presidente. El hecho es mucho más grave. Lo que se está deteriorando es la institución clave del sistema político mexicano.
A diferencia de los sistemas parlamentarios o semi presidenciales, el sistema presidencial confiere al titular del poder ejecutivo una preminencia sobre el funcionamiento de toda la cosa pública. Pese a tener contrapesos en dos poderes más, el ejecutivo recae en una sola persona.
El congreso no puede disolver el gobierno, ni éste emana del parlamento. No existe un jefe de estado con autoridad moral para balancear el actuar del presidente o primer ministro.
De ahí que las crisis en el sistema presidencial, cuando recaen en el presidente, fracturan la armonía de todo el sistema en su conjunto. La erosión de la legitimidad precipita las parálisis que hacen que los presidencialismos quiebren, para retomar la tesis clásica de Juan Linz.
El origen de la actual crisis del presidencialismo mexicano recae en la honestidad, transparencia y rendición de cuentas.
No es una falla de origen: es una consecuencia de un sistema de partidos mafiosos y subsidiado. Es, también, un ejemplo descarnado de que los años en la soledad, para usar la expresión de Churchill, no le sirvió de nada al priísmo.
El sistema de partidos es mafioso en cuanto a su funcionamiento. Opera bajo una lógica de pactos oscuros, omerta, y reglas no escritas que privilegian la subsistencia de sus propios intereses y subordinan los intereses ciudadanos. Igual que las mafias, poseen códigos. Se reparten territorios. Se distribuyen dinero. Se dividen posiciones.
Es también un sistema subsidiado bajo una lógica perversa. Recibirán más de 5,355 millones de pesos en 2015 y 24 millones de spots. Ahí se desencadena la conducta mafiosa del Partido Verde. Esa organización decidió violar permanentemente la ley, a sabiendas que nadie será capaz de quitarle el registro puesto que, primero, esa sanción no cuadra en sus violaciones y, segundo, todos los funcionarios que le deben supervisar, de consejeros del INE a magistrados del Tribunal Electoral, emanan del acuerdo mafioso de los partidos. Además, posee una lógica económica cínica pero pragmática. Han acumulado, hasta este momento, casi 190 millones de pesos en multas, pero recibirán de dinero público algo así como 450. Si las encuestas no fallan, la violación de la ley le ha dado al Verde más del doble de sus preferencias electorales históricas. Así su financiamiento, si fuera hoy la elección, se incrementaría proporcionalmente a sus votos. El círculo perverso se cierra con la siguiente maniobra: el Verde, satélite del PRI, recurrió al Banco Interacciones de Carlos Hank, para conseguir un préstamo y pagar las multas sin alterar sus flujos financieros para seguir comprando preferencias.
La casa presidencial, mientras tanto, continúa enfrentando una caída libre.
Permite, y acaso incentiva, la acción terrible del Verde. Se alía con el Partido otrora propiedad de Elba Esther Gordillo a quien encarceló. La acción no define las intenciones de Los Pinos: las desnuda.
El objetivo es ganar mayoría en el congreso al costo que sea. Así se garantizarán tres años más de bussiness as usual. De parranda sin freno.
La única solución viable para que Enrique Peña salve su administración pasa, sin embargo, por otra lógica. Analizar su debilidad, admitirla, identificar sus orígenes y dar un golpe de timón.
Su opción, casi única, no es ahondar el desprestigio de su administración ganando las elecciones al costo que sea. Es situarse por encima del descontento y conducirlo. Reventar la burbuja que lo envuelve. Crear escenarios en donde su estrategia salga mal y definir cursos de acción política en consecuencia.
En dos semanas, cuando debía haber sosiego para su gobierno, un respiro para la reflexión, se convirtió en un desastre. La semana santa fue infernal. Helicópteros. Shopping tour a Beverly Hills. Más casas en Las Lomas. Nuevos conflictos de interés.
La misma vieja historia, repetida ad perpetuam, que se ha convertido en un remolino que los engulle.
Tienen en su centro un mismo tema: abuso de poder y arrogancia.
El tema de la corrupción, del exceso grosero, de la arrogancia, se ha convertido en una gangrena y la gangrena, se sabe, sólo tiene una forma de curarse: extirpar.
Para lograrlo, el presidente deberá operar un gabinete base cero. Con arrojo, el presidente propuso para 2016 un presupuesto base cero. Borrón y cuenta nueva. Revisión de cada rubro, de cada programa, de cada dependencia con el objetivo de frenar el gasto creciente. Lo mismo debe hacer, muy pronto, con su gabinete. Partir de cero. Revisar quién ha cumplido y quién no. Quién es útil al país y quién ya no. Quién le puede servir a la institución presidencial para salvar el decoro, la eficiencia, el legado que, hoy, se avizora terrible. Igual que en presupuesto, es la única medida para frenar la dilapidación de su prestigio.
Un gabinete base cero es usar a fondo sus facultades constitucionales. Nombrar y remover, casi libremente, a sus colaborades. Más allá del afecto y de la amistad. La lealtad termina donde comienza el interés nacional.
Fernando Gutiérrez Barrios solía decir que siempre es fácil hacer de un buen colaborador un buen amigo, pero que es muy difícil hacer de un buen amigo un buen colaborador. El tiempo de los amigos llegó a su fin.
El hombre de estado sabe tomar decisiones difíciles, dolorosas, templadas.
Llegó el momento de sacudir la estructura de la nave para salvarla. Imponer un código de ética. Abrazar la transparencia y la rendición genuina de cuentas.
Hacerlo ya no sería un acto de patriotismo. Sería, en este momento, de mera real política. Fría. Calculada. Llevar al límite el riesgo. No es sólo para beneficiar al país. Es un acto de supervivencia.
@fvazquezrig