Cuando la política pierde sensibilidad, los países colapsan.
-¿Por qué no les dan pasteles?, pregunta María Antonieta extrañada en Versalles cuando el pueblo se amotina ante las rejas del suntuoso palacio y grita “¡queremos pan!”.
Tras los muros imponentes del palacio, la realidad deja de percibirse. Se pierde el contacto: primero con el entorno. Luego con la crítica. Finalmente con la realidad.
La desconexión que sufre la nación es preocupante. La sociedad transita por un rumbo. La autoridad, por otro completamente distinto.
El ejemplo palpable y reciente es el viaje presidencial a Inglaterra. El presidente ataja al “Financial Times”. Sí entendemos. Hay una profunda crisis de credibilidad. Declaración impecable. Sólo que la comunicación es efectiva cuando se respalda con cursos de acción política. Por eso los mandatarios deben ser cautelosos con los publicistas y atentos con los estrategas.
Saliendo de la entrevista, la comitiva se sumerge en las mieles del oropel monárquico, del halago palaciego y de la frivolidad cortesana. Se contratan 21 páginas en la revista “Hola”, para que quede constancia del glamour y la pompa presidencial.
La primera dama luce en todo su esplendor. También su hija. Página tras página se codea con marqueses, duques, condes. La República se desfigura en el afán de conectar con un mundo ajeno.
Maximiliano no entendió que no podía ser un emperador liberal. La primera dama no entiende que no es representante de una monarquía constitucional. Ambos, primera dama y ejecutivo, representan a una República. De ahí que también se le denomine primer mandatario, entendiendo que su rol central es cumplir con un mandato que le dan los ciudadanos. Nada como la constitución de Estados Unidos para ejemplificarlo mejor: “Nosotros, la gente”, dice en su parte introductoria, “ordenamos y establecemos esta constitución”.
El viaje debería en normalidad quedar como algo anecdótico. No puede serlo. No es un gazapo: es una radiografía.
Si la gente tiene hambre, denle televisiones, que las penas de pan con tele son menos.
Ante la crítica unánime de México y del mundo, se responde con un altivo no cederemos a la presión de la plaza pública ni trabajamos para el ciclo noticioso. Si la crítica persiste, córranla.
Si la presión de 43 padres por sus hijos desaparecidos aumenta, que descansen.
Si la gente no entiende que puedo comprarme una fastuosa mansión de 90 millones de pesos, se los explico cla-ri-to en tele.
Si la ley prohíbe regalar vales, regálalos: paga la multa y luego te recuperas con los votos que obtengas.
Si hay un clamor por la ausencia del estado de derecho, mete a la Suprema Corte a alguien sin experiencia.
Hay una ausencia peor, quizá, que los más de 23 mil mexicanos evaporados en 8 años: la ausencia de la sensibilidad política. Cárdenas, se decía, tenía la sensibilidad social en la yema de los dedos. Escuchaba. Comía sentado con campesinos. Conectaba.
Justo cuando hay un desplome en la credibilidad de la presidencia, cuando se desdibuja la noción de autoridad, cuando se afirma que sí se entiende la gravedad de la situación se hace todo para desmentir lo que se dijo. Sound byte excelso; acciones lamentables. Las perlas brotan de la propia revista “¡Hola!”.
La portada: “Angélica Rivera: la impactante reaparición de la Primera Dama en su estilosa visita al Reino Unido”
Interiores:
“Angélica Rivera visita el set de Downton Abbey en compañía de la Condesa de Wessex”.
“Angélica Rivera: otro acierto en su look durante la última gala en el palacio de Buckingham”.
“Angélica Rivera: lecciones de Estilo en su visita a la reina Isabel II”.
“Angélica Rivera: despedida Londres de Blanco y Negro”
El país hierve en indignación. En desencanto. En desespero. La pobreza crece. Hay hambre.
“Denle pasteles” se escucha desde la altura.
2 Comments
Nuevamente Fer tu articulo esta cargado de una espeluznante verdad que provoca dolor de estomago……
Parafraseando tu articulo creo que ni siquiera los dirigentes actuales saben la diferencia entre pasteles y panes….. da lo mismo; ellos no quieren cocinar…..
Abrazo.
Bien dicho. Felicidades por el valor de publicarlo.