La Hemorragia de Teuchitlán
Teuchitlán es para el gobierno una hemorragia.
En mi experiencia, toda estrategia para enfrentar una crisis que en las primeras 48 horas de su estallido no funciona, debe ser modificada.
De inmediato.
Toda crisis que toca temas sensibles es ajena a los niveles de gobierno. Me explico: la tragedia del rancho Izaguirre no es municipal. Ni del gobierno de Jalisco. Pega directo a la presidencia.
Igual que Aguas Blancas no fue un tema del alcalde de Coyuca de Benítez ni de Rubén Figueroa, sino de Ernesto Zedillo y así fue tratado, Ayotzinapa no era un tema del alcalde de Iguala, y fue dejado correr, hasta que reventó la presidencia de Peña Nieto.
La presidenta Sheinbaum tardó casi una semana informativa en hablar del tema. No era un hecho más de violencia normalizada. Era un horror. En una sociedad en coma por tanta violencia, Teuchitlán fue un despertador.
Ayotzinapa tocaba la fibra sensible de estudiantes masacrados, igual que en 1968.
Teuchitlán, los desaparecidos: más de 125 mil.
El tratamiento que se la ha dado al tema reabrió la herida de los normalistas: un estado indolente, que ignora primero, trata de desviar después y culmina consumido por su propia parsimonia.
La crisis fue abordada, como se dijo, tarde, pero también mal. Lanzaron la papa hirviente al fiscal que, ahora sí, es autónomo. Falló. Se armó un tour que terminó en un relato grotesco: no hay pruebas. No hay evidencias.
No hay prendas. No hay hornos. Recuerda la visita de la Cruz Roja a Terezin.
Pero no. La segregación existió. El abuso existió. Los hornos existieron.
Según la versión oficial, no hay en Jalisco, desaparecidos, ni torturados, ni reclutados forzosos, ni personas prostituidas. No hay nada.
Los amanuenses llegan al grado de decir que los desaparecidos son, muchos, voluntarios. Que no hay forma de desaparecer cuerpos humanos sin temperaturas inmensas: olvidemos a los pozoleros y la cremación de Ayotzinapa. Todo es, así, imaginación malévola de los colectivos buscadores.
Pero horas después del reality que recuerda al affaire Florence Cassez, el propio gobierno detiene a un reclutador en jefe. Y la memoria colectiva recuerda San Fernando. El tren cuyo nombre lo dice todo: “La bestia”. O los 40 mil niños mexicanos reclutados al año, según Reinserta.
La estrategia de administración de crisis no ha funcionado porque está basada en la ideología, no en la verdad. Ha sido reactiva, no proactiva.
Ha recaído en repeticiones de propaganda que no tienen asidero con los sentimientos de la nación.
Hay mucho debajo de Teuchitlán.
Una realidad horrenda.
Una certeza.
Una filtración de dónde estaba el sitio, justo cuando hay una presión brutal del gobierno de Estados Unidos.
Más descubrimientos en Tamaulipas. Declaraciones idiotas: “es casi normal que aquí haya fosas clandestinas” (Eva Araceli Reyes). La confesión de que al crimen “abrazos no balazos”.
A ello se suma el impulso inicial, leal, de salvar la piel del antecesor antes que el pellejo propio. Pero no ha servido.
El fuego se expande.
Apagarlo es posible.
Pero no será indoloro.
https://eluniversal.com.mx/opinion/fernando-vazquez-rigada/la-hemorragia-de-teuchitlan/