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LOS DÍAS TERRIBLES

 

 Por Fernando Vázquez Rigada

 

 

En el saldo de mis días, los momentos que más satisfacción me traen son aquellos en los que he preservado mi dignidad.

 

La dignidad nos define. Nos sirve de muleta. Permite vernos en el espejo sin vergüenza.

 

He aprendido que siempre será más fácil defender la dignidad que recuperarla.

 

Casi invariablemente, cuando llega el momento de izarla, son momentos duros, terribles. Pero uno se convierte en hombre cuando aprende a decir «no». Y esos son, justamente, los momentos determinantes de nuestro paso por la vida.

 

Eso hizo México.

 

Primero definió cuales eran sus principios: los objetivos al pretender tener un diálogo inteligente, sensato y mesurado con nuestro vecino y (aún) socio.

 

Con mucha altura, sentamos varios puntos.

 

Nos interesa la relación con Estados Unidos, y esa no solo es comercial. Hay seres humanos. Dinero. Armas.

 

Fue una postura de estado: respaldada por el Congreso, los Gobernadores, el sector privado y el social.

 

Para quien quiera leer con cuidado el mensaje de Peña Nieto el lunes, encontrará fronteras a la negociación: Una frontera abierta. El respeto a nuestros compatriotas. El libre comercio de mercancías.

 

En un lenguaje infinitamente superior al del bárbaro señor del twitter, dijimos, así, lo que teníamos que decir. No al muro. No a la persecución de mexicanos. No a un impuesto de ajuste fronterizo.

 

Se pactó una cumbre bilateral sobre esos principios. Se hizo bien. El interés de fijar posturas es nuestro. Nuestra la urgencia de plantar cara a quien preside la nación con la que tenemos la relación más importante.

 

Cuando vino la insolencia, ordenar la construcción construir del muro y que lo paguemos, se respondió con enorme dignidad. Se volvió a decir, claro y fuerte, lo que se ha dicho mucho: nos oponemos al muro y no vamos a pagar ni un centavo.

 

Luego se canceló la visita a Washington.

 

México vive momentos muy delicados. De agresión. De chantaje. De persecución.

 

Con mucho esfuerzo, esta semana nos mostró que podemos mantener posturas, ser firmes, ganar el respeto de muchos.

 

Decir no.

 

Me apena mucho que, tras esta semana tremenda, emerja en México el egoísmo y la mezquindad.

 

Que haya presuntos liderazgos opositores que no se sumen a una postura nacional, en el afán de ganar, según ellos, puntos para ser candidatos a la presidencia.

 

Que tengamos más reconocimiento en la prensa de Estados Unidos (The New York Times, The New Yorker, The Wall Street Journal, The Washington Post, The Boston Globe, etc.) que en muchos de aquí.

 

Que analistas muy serios de todo el globo reconozcan el despliegue de la diplomacia mexicana y que aquí dos de los peores cancilleres de la historia, Jorge Castañeda y Luis Ernesto Derbez, cuyo desastre diplomático pagamos hoy, pretendan dar lecciones de cómo enfrentar esta crisis.

 

Que pseudo intelectuales digan que estamos en guerra. O que presuntos especialistas digan que es el peor momento de la historia bilateral. No es cierto ni lo uno ni lo otro. Hay, sin embargo, algo peor que la ignorancia: el afán de protagonismo en un momento crítico.

 

Para salir de esta crisis con honor y con menos pérdidas, hay que entender, primero, que Trump no es la sociedad de Estados Unidos. Hay una defensa férrea de alcaldes de ciudades muy importantes. Seattle, Nueva York, Los Angeles, Boston, Houston.

 

Segundo, que la ofensa no se responde con ofensa ni un crimen con otro. Eso nos hace iguales a él. Tenemos el derecho, el orden internacional, la razón moral, nuestra red consular y nuestras instituciones para responder de manera coherente, valiente y racional a un ataque incoherente, cobarde y esquizofrénico.

 

No en la comodiad de un set de televisión, ni tras la redacción segura de un diario, sino en las calles de Estados Unidos hay 11 millones de mexicanos llenos de terror. Que son las vícitimas inmediatas del delirio persecutor. Que ven cómo su entorno se deteriora.

 

Hay que pensar en ellos.

 

Hay que ser dignos y firmes, pero inteligentes y, sobre todo, patriotas.

 

Dignos: no aceptamos los simplismos, el abuso ni el muro porque nos ofende. Ofende a los mexicanos pero también a los norteamericanos que lucharon por derrumbar el muro de Berlín y el muro de muchas dictaduras que, igual que hoy, perseguían, excluían, torturaban con ansia genocida.

 

Firmes, porque debemos recurrir a todas las instancias -legales, políticas, multilaterales, diplomáticas, empresariales, ciudadanas- para defender a nuestros compatriotas y a sus hijos: que son nuestros. Porque nos asiste el derecho y nos ampara la razón.

 

Inteligentes, porque debemos preservar nuestros intereses y eso solo se logra con realismo: hay una asimetría gigantesca que se logra atemperar con posturas morales, éticas y apelando al mundo.

 

Y hay que ser patriotas. Querer mucho a México. Cerrar filas. Dejar de buscar, por un momento, el interés personal o la utilidad política.

 

Aquí nos va el país.

 

Y no es retórica.

 

@fvazquezrig

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