Fernando Vázquez Rigada
El viejo partido de la revolución definirá en los próximos días si llega con vida a su centenario, en el 2029.
El PRI no fue, en su nacimiento, un partido: fue instrumento. No fue creado para competir por el poder, sino para administrarlo. Nunca buscó la presidencia: la presidencia lo inventó.
Ese ADN le sujeta hoy.
La reforma eléctrica lo pone ante una disyuntiva de vida: ¿ratificará su utilidad como instrumento de la presidencia o entenderá su momento y permanecerá fiel al mandato que recibió en las urnas?
Para resolver esta incógnita, el PRI deberá recordar algo central: la sociedad cambió. El PRI, no.
Al no ponerse en sintonía con la sociedad, el partido perdió el crédito que logró al recuperar la presidencia.
El pasado junio vivió un desastre electoral: perdió 9 gubernaturas y ganó ninguna. Con ello, gobierna ya solo 4 entidades. Empero, su presencia en la Cámara de Diputados aumentó significativamente y hoy tiene en sus manos la aprobación o el rechazo de la reforma eléctrica: el gran salto hacia atrás del sexenio.
El tricolor está vendiendo caro su amor. Ha sido el único partido de oposición que no ha manifestado su rechazo a una iniciativa expropiadora, costosísima para el país y para el futuro de la gente.
Es posible que esté jugando su papel de bisagra, al estilo de lo que hizo Manlio Fabio Beltrones con su bancada del senado en tiempos de Felipe Calderón. Al final, todos reconocerán su peso e influencia.
Puede ser, también, que esté forzando a que diversos sectores se pronuncien en contra de la reforma, dejen de esconderse y den la cara a Morena.
O puede ser que esté negociando para descafeinar un poco la iniciativa para aprobarla al final.
De ser este el caso, el PRI estaría cometiendo un gravísimo error.
Su presencia en la Cámara responde a una alianza opositora que aglutinó a los vastos sectores que resisten el embate de lo más radical del gobierno de Morena.
Fue la acumulación de votos del PRI PAN y PRD lo que les llevó a crecer sus bancadas, no la fuerza separada de cada uno.
Para obtener la confianza de la gente, firmaron un acuerdo, que estarían violando. Si eso ocurre, el país se precipitará a un sistema de partido hegemónico: Morena terminando de succionar los restos del PRI.
El partido deberá responder a sus electores, respetar la reforma que ellos impulsaron y desenmascarar a partidos impresentables como el Verde, que los traicionó.
Si al final la reforma es frenada, la alianza opositora se apuntará un gran triunfo y enfilará con nuevos bríos las elecciones de 6 estados el año entrante y a la construcción de un potente movimiento que enfrente a Morena en el 2024.
Pero si el PRI se parte y aprueba la reforma, aún con modificaciones, habrá perdido su credibilidad.
Y su posibilidad de subsistir.
@fvazquezrig