Fernando Vázquez Rigada
La educación es la mejor herramienta de transformación social que tenemos. Es, sin duda, el gran diferenciador para tener una vida exitosa, movilidad social, bienestar.
Los datos no mienten: quien más estudia tendrá empleo, ganará mejor e, incluso, vivirá más.
Qué ironía: una lamentable mayoría calificada condenó a las y los estudiantes a tener una mala calificación en su vida.
Esa mayoría, que en muchos casos abjuró lo que habían aprobado hace unos años, festinó haber aprobado una reforma que pone en el centro del interés educativo a los maestros.
Así de cortos. El centro debe ser el estudiante. Es decir: nuestros hijos.
Igual que si en un sistema de salud pública el principal interés fuera el bienestar de los médicos y no la salud de la población, así se entregó la educación a los trabajadores.
El mundo centra su producción de riqueza en el conocimiento. Las relaciones sociales, los hábitos de información, comunicación y entretenimiento, se determinan cada vez más por un alfabetismo digital: se requieren nuevas habilidades para cooperar, aprender, competir y triunfar.
Una mala educación es una condena no sólo a la ignorancia: también al subdesarrollo y a la mediocridad.
La reforma educativa del 2013 tuvo como corazón un solo concepto: calidad.
El sistema de Educación Pública en México privilegió por años la cobertura: que más alumnos entren aunque aprendan poco. Fue entendible en su tiempo: hace un siglo, menos del 10% de la población sabía leer y escribir. El cambio en la estructura educativa tuvo que incluir recursos, textos, maestros, infraestructura, para una vasta mayoría de la población.
Pero el sistema se agotó hace mucho: los resultados de las pruebas internacionales eran decepcionantes. Nuestros estudiantes no estaban preparados para triunfar en el mundo: no entendían lo que leían, no podían resolver problemas de alguna complejidad y carecían de conocimientos básicos de matemáticas.
La reforma de 2013, pues, puso en el centro de atención la calidad y que fuera el mérito el motor de ascenso de maestros. Para lograrlo, impulsó un censo de maestros, una evaluación para determinar competencias, quitó a los sindicatos el manejo de las plazas, destinó recursos infraestructura, nuevos textos y todo evaluado por un organismo autónomo, ajeno al gobierno y a los sindicatos.
Hoy, la reforma de la 4T está echando abajo el tronco de esa reforma: la calidad como corazón de la educación.
Está devolviendo la influencia a los sindicatos. Elba Esther está de vuelta. La CNTE se fortalece. Mala noticia. El tumor en la educación no son los maestros: son los sindicatos.
Ya no habrá consecuencias para los maestros que no acrediten su preparación: seguirán malformando generaciones e impartiendo su ignorancia.
Como remate, la autonomía del Instituto Nacional de Evaluación Educativa se cancela: que mi empleado me evalúe.
Tristemente, la educación es un negocio para los líderes sindicales. Baste un botón de muestra: en 20 años, los niños oaxaqueños -víctimas de la CNTE- no han disfrutado un ciclo escolar completo. Nunca.
La CNTE secuestró la votación semanas por una alianza con el gobierno Federal. A cambio, tomó de rehenes a los estudiantes de México. El partido en el gobierno, por una pifia en la operación legislativa, vio frenado su acuerdo con los sindicatos: que ellos volvieran al manejo de plazas. Gracias a ello y a la oposición se logró incluir la disposición explícita de que la rectoría en la educación recaería en el Estado. Veremos.
Fue una ganancia, aunque insuficiente. Sin la garantía de que sólo los mejores maestros eduquen a nuestros hijos, con el reingreso de los despedidos por ignorantes, con la supresión de la calidad como eje de la educación, los legisladores que votaron a favor nos condenan a la complacencia y a la mediocridad.
Prevaleció el interés partidario sobre el público: para el sindicalismo, la educación sigue siendo un buen negocio y, para nosotros, uno terrible.
El compromiso con la educación de la 4T queda de manifiesto con esta reforma y dos perlas más: la huelga de la UAM que se extendió por casi 100 días y el hecho de que no habrá libros de texto suficientes el próximo ciclo escolar por retraso en la licitación de papel.
Bienvenidos de vuelta a la dictadura de la ignorancia.
@fvazquezrig