FERNANDO VÁZQUEZ RIGADA
*Discurso pronunciado al recibir el Premio al Mérito Veracruzano: «Veracruzanos que honran» de Grupo Imagen
Hace 18 años la familia Robles, generosa, me abrió las puertas para hacer lo que más amo: escribir.
Venía de la censura que oprime, pero también de la dignidad que la rechaza.
En esta casa, Imagen, honré el espíritu que la fundó: preservar la voz en libertad.
Desde esta cabeza de playa me propuse un sueño: probar que Veracruz podía ser referente de lo mejor de México.
Que los veracruzanos éramos tan buenos como los mejores.
Que podíamos ser ejemplo de excelencia. De virtud. De conocimiento. De eficiencia.
Me rodeé de lo mejor de Veracruz, en particular de mis socios: Erick Zamora y Xavier Moranchel.
Cuando no pude encontrar aquí lo que buscaba, lo importé. La mejor importación fue Marcela: el amor de mi vida.
Comprendí que los sueños, como la tierra, son de quienes los trabajan.
Este reconocimiento me llega en un momento paradójico: de orgullo y de pena.
Orgullo personal y por dirigir un equipo excepcional.
Pena por mi tierra.
Veracruz desfallece y llora.
Reclama amparo. Sangra.
Sufre la peor bancarrota: la moral.
No hay lugar para el optimismo. Pero sí para la certeza y también para la esperanza.
La certeza de que esta oscuridad, deshonesta y mediocre, terminará.
No sé cuando, ni cuanto sufrimiento más tendremos que soportar. Pero terminará.
La inmoralidad de algunos nos señala, pero no nos define.
Al correr de los días, este tiempo será sólo un pie de página en nuestra vida.
Vergonzoso y lamentable, sí, pero solo una nota al pie de una historia mayor.
Veracruz es más, mucho más que esto que nos cerca.
Por eso aquí yace, esta noche, la certeza.
Veracruz es cuna de la cultura madre donde se siembra el conocimiento y se cultiva la palabra. Esa savia Olmeca fecunda el embrión que se convertirá en una nación: México.
Aquí está el mar por el que entra, pero también por donde sale, España.
Aquí la libertad empuñada por el primer esclavo que rompe su yugo: Yanga.
Aquí la palabra de Clavijero que sobrevive porque la exilia la intolerancia que, ayer y hoy, es siempre ignorante.
Aquí Juárez decreta que cada hombre es libre de procesar la fe que prefiera.
Aquí el verso definitivo de Díaz Mirón que lo mismo enamora, que devasta.
Aquí Carranza expide la igualdad que da la tierra a quien la cultiva con sudor.
Veracruz no crea la política: la encarna.
Por eso veracruzano es el carisma de Miguel Alemán Valdés.
Veracruzana la astucia inigualable y la honradez de Adolfo Ruíz Cortines.
Veracruzano el talento luminoso como relámpago de Reyes Heroles.
Veracruzana la firmeza de Fernando Gutiérrez Barrios.
No. Veracruz no es este tiempo gris y frío.
Por eso aquí aún habita la esperanza.
La que nos dice que, tarde o temprano, esta tierra recuperará su esplendor.
La que nos advierte que no hay peor dictadura que la conformidad, ni nada que la perpetúe como la indiferencia.
Por eso, pensemos diferente.
Actuemos.
La idea sin acción es mera contemplación.
Nuestro estado nos reclama.
Ayer no lo hicimos. Mañana será demasiado tarde.
Este premio es un privilegio inmenso, porque ser veracruzano es una vocación de decoro, de honestidad, de bravura.
Seguiré haciendo que mi voz arengue a la esperanza, porque la libertad que no se usa, se pierde.
Elevaré estruendoso el argumento: jamás la ofensa.
La verdad suele incomodar, pero no lastima.
Seguiré criticando, porque la inteligencia reconcilia, no el halago.
Trabajaré con decencia y sin descanso, hasta que volvamos a ser lo que fuimos.
Hasta que recuperemos nuestro hogar: solidario y fraterno.
Tengo una convicción, una emoción y una fe para hacerlo: soy y seré siempre -hasta el último aliento- honrosamente veracruzano.
Muchas gracias.