Fernando Vázquez Rigada
El año entrante será central para la vida nacional para el próximo medio siglo.
Dependerá de las y los ciudadanos independientes la supervivencia de la libertad, la democracia y la estabilidad política.
De nuestras definiciones.
El nivel de destrucción que enfrentamos —en su intensidad, su amplitud, profundidad y cinismo— no tiene paralelo en la historia reciente de la República.
La abierta embestida ya contra los fundamentos que sostienen a la libertad y la democracia —el estado de derecho, la transparencia, el INE, la educación, la libertad de expresión—son los mejores ejemplos para movilizar a la sociedad en su defensa.
El 2023 será tiempo de definiciones.
Entre los que dejamos el sillón y la apatía y los que murmullan su descontento en la estancia y en el café.
Entre quienes tomamos los argumentos y las calles y los que se pliegan con docilidad.
Entre los que optan por el valor y la dignidad o quienes se lamentan en silencio.
La ficción de que el morenato es una mayoría reside en su cinismo y en nuestro desinterés. La escandalosa sumisión de legisladoras y legisladores del oficialismo en las últimas dos semanas revela que el futuro nacional está secuestrado, en manos meretrices políticas y de sus lenones.
Harán lo que sea. Nosotros debemos decidir hacerlo también.
La amplia mayoría descontenta, desencantada o francamente opositora, salvo honrosas excepciones, está pasmada y silenciosa.
Las grandes derrotas electorales, legislativas, se han dado por una falta de coraje y una ausencia de civismo.
La destrucción de la vida pública se hubiera salvado con 10 puntos más de participación electoral en la elección intermedia. 44 millones de mexicanas y mexicanos se quedaron en casa en vez de salir a votar. De haberlo hecho, se le hubiera arrebatado a Morena y a sus aliados la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados.
El espejismo de los arrolladores triunfos de Morena en, por ejemplo, Quintana Roo y Oaxaca, se crea sólo si pasamos por alto que no votó ni el 40% de la lista nominal. En Hidalgo, se quedó en casa el 53%.
El futuro dependerá del cambio de esa actitud.
Se siente en la sociedad civil una efervescencia y un deseo de enfrentar el abuso. Será cuestión de los partidos opositores ser sensibles a ese activismo y sumarse a él.
Ha pasado el tiempo de la política opositora de camarilla y clóset.
Llegó el tiempo del arrojo. De la valentía y la creatividad. De la organización.
Queda un año.
O 50 para arrepentirnos después.
@fvazquezrig
P.D. Que tengan feliz año. Nos leemos en enero.