Fernando Vázquez Rigada
Antes de arrasar la tierra convertido en tsunami, el mar se retira de la costa.
Ese es un escenario de lo que podría estar sucediendo en México. Hay una efervescencia en la sociedad. Una decepción. Una indignación. Miedo.
Los sentimientos predominantes que definirán el futuro del país, mucho más importantes que los argumentos, son esos: decepción de millones de personas que votaron por un cambio radical para estar mejor. Hallaron el primero. Fallaron estrepitosamente en el segundo. Ya lo saben. Por eso abandonan, pública o silenciosamente, el barco de Morena.
Indignación: porque el obradorato, carente de ideas y de olfato, se convierte en una fiera herida: peligrosa, agresiva y altiva. Va de tumbo en tumbo. De error en error. No corrige: se radicaliza.
Miedo: porque un amplio segmento de la sociedad ya tiene la certeza de que el proyecto de Morena es perpetuarse del poder, destruir a las clases medias y aniquilar la libertad.
De ahí que empezaremos a ver cómo la brújula política se empieza a mover.
El arranque fue la marcha del 13N. Pero a esa patada de salida le han seguido actos de valentía, coraje y activismo.
El gran reto de las oposiciones es convertir esos sentimientos en participación.
La historia revela que no hay estructura gubernamental ni partidaria capaz de frenar un tsunami ciudadano. La realidad incomoda, pero no miente: López Obrador ganó en todos los segmentos socioeconómicos en el 2018. Hoy Morena ya perdió la mayoría en las clases altas y medias. Hay una disputa férrea en las clases bajas altas y medias bajas.
De ahí que las elecciones se hayan movido de manera importante en el 2021: las oposiciones obtuvieron 22.9 millones de votos para diputados federales, contra 21 del oficialismo.
Más: las ciudades con mayor clase media han sido ganadas por las oposiciones: alcaldías de la ciudad de México, Guadalajara, Toluca, Monterrey, Puebla, Veracruz, Querétaro, León, Mérida, Hermosillo, Saltillo, Durango, Chihuahua.
A la clase media pertenece el 37% de la población, pero, ojo, aumenta a 45% en zonas urbanas: un dato absolutamente trascendente. Es probable que el número crezca tras los efectos de la pandemia.
La clase media no alcanza para ganar, pero es indispensable para hacerlo. Las oposiciones deben conectar con el México más lastimado: las familias sin acceso a salud ni medicinas, a las víctimas y a las mujeres que han sido despreciadas por el régimen. Ahí están los votos que faltan.
Durante los primeros (casi) 4 años de gobierno hubo una tolerancia a las ocurrencias y descaros del gobierno. El gran predicador ya no basta, hoy, para adormecer a una mayoría que está consciente que las cosas están mal, muy mal: el mar ha dejado de alejarse de la costa.
Las condiciones emocionales actuales son más favorables que las del 2021, cuando ya obtuvimos más votos que el oficialismo. Pero hay algo que es central: ese descontento en casa no sirve. Hay que salir a ganar la agenda.
Sin participación ciudadana, perderemos al país: menos participación, más fuerza de Morena.
Y aquí está el reto: la abstención predomina en las clases medias y altas, de acuerdo a un estudio de Carlos Hernández. En otras palabras: Morena habría ya alcanzado su techo.
Otra vez, en la elección del 21 participó sólo el 53% de la lista nominal. Cada punto de participación implica 930 mil votos. La participación más alta de la historia se registró en la elección de 1994: 77% justo cuando el miedo a perder el país de manera inminente se apoderó de la sociedad. La victoria está en activar una participación histórica.
Si logramos convertir la decepción, la indignación y el miedo en participación, como es probable que ocurra, tendremos un tsunami que no podrán parar.
Nuestro desafío es convencer a las personas que vale la pena luchar por el país. Dejar el sillón. Apagar la pantalla. Defender nuestro patrimonio. Usar nuestra libertad para defenderla.
Tú, ¿estás dispuesto?
@fvazquezrig