China anunció, esta semana, que su economía tendrá que crecer a una tasa de 7.5% anual durante los próximos años para sostener su ritmo de desarrollo. El objetivo: generar diez millones de empleos al año. Pese a todas las vicisitudes de una economía global frenada, este año, el objetivo se habrá cumplido.
La India acaba de lanzar su primer proyecto espacial: una investigación no tripulada a Marte. El costo del proyecto fue de apenas 74 millones de dólares, mientras que en Estados Unidos tuvo un costo de 2,500 millones. La razón es que la India ha invertido, y mucho, en el desarrollo de un sistema nacional de ingeniería, de desarrollo de software, de investigación y desarrollo de tecnología.
Turquía ha construido el primer túnel bajo el mar que conectará a los continentes asiático y europeo. La obra no es solo infraestructura: es un instrumento de geopolítica. La posición geográfica del país lo convertirá en una bisagra entre dos mundos. Uno, Asia, que será el eje económico mundial y un nuevo centro global de poder y la Unión Europea, donde permanecerá residiendo una de los ejes de influencia y poder militar más importantes del planeta.
México ha estado confrontado en los últimos meses por una reforma educativa que resulta inaceptable para el magisterio porque pretende evaluarlo y que permanezcan solo los que aprueben.
Ha habido una discusión sin fin por una reforma fiscal que dará apenas algo más de un punto porcentual del PIB.
El mundo se mueve aprisa: México, no. Parecemos estar atrapados en los temas pequeños. La coyuntura nos impide ver el horizonte largo y ancho que es siempre el futuro.
Mientras China conecta a Asia con Europa y Rusia tiende un gasoducto por toda la Unión Europea, México ha sido incapaz de construir una refinería, ampliar su principal puerto, o construir un aeropuerto para la capital del país.
La lentitud del tiempo mexicano corre en contra de nuestro bienestar y de un porvenir venturoso. La política nos aprisiona, no nos libera. Los intereses partidarios atenazan el desarrollo del interés público. El Estado va perdiendo autoridad y la autoridad, correas transmisoras de políticas públicas para un proyecto de país.
El mundo sigue su curso y no va a esperar -nunca lo ha hecho- a que México decida montarse en el progreso.
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