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2013

07/01/2013

En su más reciente informe especial sobre nuestro país, The Economist alerta sobre el surgimiento de una nueva estrella internacional: México. Su economía, demografía, geografía e incluso su política permiten ver el futuro con optimismo, declara.

Este ha sido siempre un país con enorme potencial. Pero el potencial que no se convierte en realidad es un sueño y más: un sueño frustrado. La visión de The Economist es correcta. El país tiene todo para ser un jugador central del mundo. Todo, menos algo: decisión.

Las oportunidades que se han ido no son pocas ni menores: un momentum político, el de la alternancia, que fue desaprovechado por ignorancia. Precios del petróleo excepcionalmente altos que se fueron al drenaje del gasto corriente. Un bono demográfico que se exportó a Estados Unidos o se instaló en la informalidad por nuestra incapacidad de generar empleo. Caímos en la dictadura del disenso y en la ceguera del cortoplacismo.

2013 abre grandes oportunidades. La economía crecerá nuevamente por encima del 3%. La inflación está bajo control. Hay reservas sumamente importantes. Hay un nuevo gobierno. Hay un impulso reformista. Hay una sociedad más involucrada en los asuntos públicos.

Este será el año para definir qué clase de futuro queremos. A las condiciones genéricas mencionadas se suman factores nuevos y estimulantes. Destaco tres.

Primero: la segunda alternancia apunta a un grado de madurez de la democracia mexicana. Los ciudadanos, espero, comienzan a valorar el poder de su voto. Como decía Popper, lo más valioso de la democracia es la garantía que da de que los malos gobiernos se irán. La competencia política es un incentivo a los políticos a hacer mejores gobiernos. El PRI volvió a los Pinos tras dos derrotas electorales, pero no llegó para quedarse. La normalidad será el cambio.

Segundo: el congreso ha tenido un papel sobresaliente en su primer periodo de sesiones. Ha habido acuerdos. Se han catalizado las decisiones. No son menores los logros: reforma laboral, ley de contabilidad gubernamental (impulsadas por el PAN); reforma educativa: hasta ahora el buque insignia de Peña Nieto; ley de ingresos y presupuesto acordado en tiempo y forma y votado por una amplísima mayoría. Sobresale en este ambiente de trabajo y propuesta legislativa la actitud de la izquierda más moderada para ser un factor de construcción y no de obstrucción.

Tercero: la sociedad será central para doblar a los intereses que capturaron al estado. El nuevo gobierno tiene un diagnóstico preciso del país. Posee instinto. La capacidad de movilización del SNTE y la arrogancia de su dirigente sólo podrán ser enfrentadas con un masivo respaldo social: uno superior a sus recursos y su militancia. Esta estrategia, válida para dar conocimiento a nuestros niños, lo será también para asegurar el apoyo necesario a fin de vencer las resistencias de los grandes conglomerados empresariales y de los poderes fácticos que resten.

Al menos podemos tener una certeza: la clase política está haciendo, en su conjunto, las cosas de manera diferente. No podemos, por tanto, llegar al mismo lugar. Ojalá que el destino al que nos aproximamos sea mejor que nuestras anteriores escalas.

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