18/06/2012
Yo sí creo en las encuestas. Tienen defectos. A menudo son imprecisas. Cierto, pero las encuestas nos otorgan tendencias. Tendencias que generalmente se cumplen. Un excelente análisis de Leo Zuckermann (Nexos/marzo 2012) revela que, en lo general, las encuestadoras mexicanas han acertado con bastante precisión en su predicción del resultado final.
De las encuestadoras más conocidas analizadas por Zuckermann, 3, Ulises Beltrán (Excélsior) Jorge Buendía (El Universal) e Ipsos, han acertado el 100% de sus resultados. Consulta Mitofsky, 75%. Las encuestadoras que más fallan son dos: Arcop (50%) y Reforma (40%).
Las encuestadoras no han sido tan efectivas para predecir la brecha en el resultado. Han acertado al ganador, pero hay una variación de 8 puntos en promedio con respecto al resultado oficial.
De 7 encuestadoras que han publicado frecuentemente sus mediciones en este proceso electoral, (que incluyen a todas las mencionadas arriba salvo Arcop y Gabinete), existe una coincidencia absoluta: Enrique Peña Nieto ocupa el primer lugar en todas ellas, sin excepción. El promedio de la ventaja es relevante: 13 puntos, que equivalen a 7 millones de votos con una participación del 70%. Ninguna encuestadora prevé un resultado diferente.
A sólo 10 días de que concluyan las campañas, parecería altamente improbable que la elección dé un vuelco. Puede ocurrir, pero sería algo extraordinario. Enrique Peña no sólo encabeza las encuestas. Lo ha hecho a lo largo de los últimos ocho meses.
Por tanto, hay dos preguntas centrales para el futuro nacional. La primera de ellas es con qué ventaja triunfará, si se confirma, Peña Nieto. La segunda es qué conformación tendrá el congreso.
La ventaja no es un asunto menor. Determinará dos variables clave: la primera es si habrá conflicto poselectoral y de qué magnitud. En 1988 y en el 2006, la dureza de la polarización poselectoral llevó a los regímenes a endurecerse y a buscar la legitimidad desde el poder. La segunda arista es igualmente importante. Si Peña logra ganar por un amplio margen, las resistencias del priísmo más anquilosado y retardatario se debilitarán. Si, por el contrario, la elección se cierra, los sectores duros del priísmo –y los peores- cobrarán fuerza y entorpecerán una agenda de reforma nacional.
La segunda variable es si existe la posibilidad de tener mayorías en el congreso para aprobar las reformas que le urgen a México. Si esto no es factible, queda la posibilidad de construirlas. Y aquí volvemos a los efectos de la polarización. Un fuerte conflicto reduce la viabilidad de una negociación para acelerar la modernización del país.
La pregunta que deben hacerse los mexicanos es si desean apoyar una amplia agenda de reformas o si pretenden limitarlas. No hay que llamarse a la duda o a la sorpresa. Peña ha dicho con bastante claridad qué pretende hacer si llega a la presidencia. Para lograr sus propósitos, ha pedido que se le otorgue el suficiente poder. Así se debe orientar el voto. Y así debemos asumir los costos de nuestra decisión. La foto previa no deja lugar a dudas.