18/03/2013
La reforma al sector telecomunicaciones tiene una importancia mayúscula para el desarrollo nacional, por ser clave para propulsar la competitividad en un mundo global.
La reforma tiene una repercusión económica sumamente importante: de hasta 1,8% del PIB de acuerdo a la OCDE. El sector es un oligopolio, dominado por tres compañías: una telefónica y dos televisoras que compiten entre sí. La concentración es de escándalo. TELMEX tiene el 79.6% del mercado de telefonía fija y 70% del de móvil. Dos empresas, Televisa y Azteca, poseen el 92% de las concesiones de televisión abierta del país. Televisa, a su vez, controla el 48% de la televisión de paga y tiene una ascendencia abrumadora sobre la producción de contenidos.
Esta concentración ha frenado el desarrollo del país. México tiene la más baja penetración de banda ancha, internet y usuarios de la red de la OCDE: Turquía, Grecia y Portugal incluidos. Hay más usuarios por cada 100 mil habitantes de banda ancha en Uruguay, Chile o Argentina; más usuarios de internet en esos países y Brasil y más teléfonos móviles en Colombia, Chile, Uruguay o Venezuela. Sólo tres de cada 10 hogares tienen una computadora. El porcentaje de internet en casas es en México de 12% mientras que en Canadá es de 72% o en Estados Unidos de 61%.
Según la OCDE, tenemos las tarifas de telefonía, internet o banda ancha más altas del mundo.
La falta de competencia hace que las empresas inviertan e innoven menos, den peor servicio y, sobre todo, fijen los precios a voluntad. Por ello, la riqueza se concentra: tres de los 10 hombres más ricos de México son los dueños del sector. Según Forbes, Carlos Slim posee una fortuna estimada en 73 mil millones de dólares, Ricardo Salinas Pliego en 9,900 millones y Emilio Azcárraga en 2,500. Así, tres hombres poseen fortunas acumuladas equivalentes al 8% del PIB.
Negar acceso a banda ancha e internet es excluir al país del juego competitivo. Aislarlo de la interconexión global. Cerrar los flujos de conocimiento, de información. Negarle la puerta de acceso a un mundo plano. Forzarlo al subdesarrollo.
La propuesta de reforma implica abrir la competencia a nuevos jugadores, en parte de la única forma posible: desintegrando los monopolios, negando la posibilidad de retrasar mediante amparos las decisiones de la autoridad, estimulando la competencia cooperativa y permitiendo la inversión extranjera. Se ordena la creación de dos televisoras nacionales más. Se da autonomía y poder a un nuevo órgano regulador y se vacuna contra la posible politización o captura de sus integrantes.
La reforma tiene, además un alto contenido social: liberar las telecomunicaciones es liberar las energías de la nación. Abrir las puertas al conocimiento. Pulverizar las fronteras. Permitir que nuestros niños conozcan otras realidades. Conectarlos con el planeta. Ingresarlos al maravilloso mundo del aprendizaje vitalicio y el trabajo a distancia. Facilitar la investigación. Invitarlos a ser bilingües. Permitirles colaborar en redes. Interactuar. Crear.
Finalmente, la reforma tiene una poderosa connotación política. Se está recomponiendo al estado. Se está afectando intereses que creían ser intocables. Que capturaron a los reguladores. Que se hacían leyes a modo. Que citaban en sus casas a candidatos a la presidencia a comparecer. Que censuraban. Esos grandes monopolios se generaron por las privatizaciones mal hechas y por la falta de valentía, patriotismo, y honestidad de cuatro presidentes.
El PRI quiere probar que no sólo es capaz de crear monstruos: también puede, si se lo propone, meterlos al orden. Veremos. Peña Nieto quiere probar que, si como le acusan, fue candidato de Televisa, no será su presidente.