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Reforma Laboral
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Acelerador

10/09/2012

La política parece catalizarse, en beneficio del país. Ha sido una semana vertiginosa, que va definiendo las coordenadas de lo que podrían ser los próximos seis años.
Por el flanco legal, se procedió a cerrar el capítulo jurídico del conflicto poselectoral. El Tribunal se ciñó a su postura legalista y evidenció la fragilidad de los alegatos de Andrés Manuel López Obrador. Se confirmó lo que se sabía: el candidato de las izquierdas preparó mediáticamente su defensa, pero no legalmente. Con todo, el fallo pareció contar una historia que nadie vio: una elección impoluta, equitativa, en donde todos los actores respetaron la ley. La elección no fue ni el muladar que condenó López Obrador ni la caja de cristal que bendijo el tribunal.

El fallo permitió encauzar al país en la vía de la segunda alternancia. Se produjo el sexto informe de Felipe Calderón, que revela la imagen que el ejecutivo tiene de sí mismo. Tras oír los autoelogios, uno no logra comprender cómo fue posible que el PAN recibiera en las urnas la paliza que se registró. Una ingratitud, sin duda. Pero, al mismo tiempo, Calderón lanzó dos últimos arpones: las reformas de transparencia en estados y municipios y la laboral. La primera evitaría el saqueo de los recursos de la nación, la irresponsabilidad y la oscuridad que impera. La segunda modernizaría el marco del trabajo y oxigenaría el sindicalismo mexicano: una cueva que impide el desarrollo democrático del país. Calderón forzó al Congreso a trabajar, a discutir y a dirimir dos asuntos centrales para la República. Ambas iniciativas son para el bien del país.

Marcelo Ebrard, las dirigencias parlamentarias del PRD y sus gobernadores se deslindaron de López Obrador. Sísifo, el peje construye para destruir. Reúne capital para dilapidarlo. Mintió a los mexicanos firmando un pacto de reconocimiento a los resultados pese a que conocía las irregularidades que luego denunció. Banalizó su estrategia de denuncia al presentar como pruebas del fraude chivos y gallinas. Desconoció al Tribunal y su fallo. Pese a ello, se acomoda a las reglas que le convienen para crear grupos parlamentarios, fundar su partido y ordeñar el dinero del estado ilegítimo. Ebrard sabe que para ser presidente debe abrirse de ese camino. López Obrador no se irá. Sus spots en la Televisión que aborrece anuncian ya su proyecto 2018. La izquierda más moderna, la de Ebrard, comienza a construir su propio camino. Nada le hace más falta a un país que fallece de pobreza y desigualdad que una izquierda moderna.

Por último, Peña Nieto recupera la agenda mediática. Asume el mando. Toma su ritmo. Nombra a 45 responsables de conducir la entrega recepción, del que destacan sólo tres o cuatro figuras. El equipo es de medio pelo. Falta peso específico. Solvencia. La estrategia consiste en lanzar un globo sonda para recuperar reflectores. Más importante fue su encuentro con Calderón que pacta una serie de acciones relevantes antes del 1º de diciembre y su anuncio de sus giras internacionales.
El gran billar de la política se ha puesto en marcha. Las carambolas se perfilan. El conflicto no ha terminado, pero perderá fuerza. López Obrador no está muerto, pero filtra simpatías. Hay diálogo. Hay reformas en marcha. Hay una alternancia que avanza. Alguien, en buena hora, pisó el acelerador. Ojalá que así siga.

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