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El Poder del Amor

16/04/2012

 

Lo dicho: la elección tendrá dos etapas definidas. La primera de ellas, ésta que vivimos, en donde se determinará el segundo lugar. La segunda, en dilucidar si ese segundo lugar será capaz de alcanzar al candidato del PRI.

En este momento el segundo puesto se ubica en un empate técnico. Andrés Manuel López Obrador ha finalmente alcanzado a Josefina Vázquez Mota. Como siempre en política, esto se debe a una doble condición: los errores cometidos en el arranque por la candidata blanquiazul pero también, y acaso más importante, producto de una buena estrategia del candidato de las izquierdas.

Para obtener un voto hay que tener dos condiciones: ser conocido y ser apreciado. Nadie vota por quien no conoce y nadie vota por quien rechaza. López Obrador era, desde hace seis años, uno de los políticos más conocidos del país. Su nivel de conocimiento era tal que no tenía ya márgenes de obtener votos por el sólo hecho de darlo a conocer. Pero el conocimiento del ex jefe de gobierno tenía un pesado lastre: más de tres cada diez mexicanos que lo conocían tenían una mala opinión de él. No había, así, manera de ganar la elección.

El tabasqueño tomó decisiones audaces y trascendentes. Mudó de discurso. Abrazó con fuerza el mensaje del amor, de la reconciliación, de la templanza, del perdón, para apelar a los sentimientos mejores de la mexicanidad. Lo hizo en un momento en el que el país desfallece de pena por la ola de violencia que nos consume. Y lo hizo de su propia voz. El espasmo que provocó su decisión, anunciada en la televisora a la que había maldecido una y otra vez, provocó burlas, risas, menosprecio.

Pero la estrategia está funcionando. López Obrador no ha crecido gran cosa en intención de voto. No importa. Su estrategia no se centra en ello. No en este momento. El juego es reducir los negativos y suavizar la dureza del juicio que pesaba sobre él. Lo está logrando. La última encuesta de Gea Isa le da, por primera vez desde el fatídico agosto del 2006, un saldo positivo a las opiniones ciudadanas sobre él. Ahora podrá comenzar a pedir el voto.
En paralelo, las izquierdas han diseñado su estrategia con la razón, no con la víscera. Ha habido encuentros diversos con empresarios, ha habido negociaciones políticas con personajes regionales relevantes y están operando en el norte del país.

En las próximas tres semanas se definirá si la estrategia en su conjunto penetra y logra desbarrancar a Josefina Vázquez Mota o si se ambos se quedan atascados en una intención de voto marginal.

Con todo, para lograr ser competitivo, López Obrador debe superar retos importantes.
No basta rebasar al PAN: tiene que hundirlo. De otra forma,  la autonomía de su maquinaria política no le alcanzará para ganarle a Peña Nieto. Para hundir al PAN, AMLO tiene que ofrecer algo creíble a las clases medias y empresariales. El discurso de la moderación no basta para atraer a todo el voto anti PRI, que no es menor. Los indecisos quieren escuchar fórmulas nuevas de una izquierda vieja.

Mudar de discurso no significa haber mudado de programa. A López Obrador lo aniquiló en el 2006 su radicalismo antes y después de la elección. No ha quedado claro si efectivamente se ha moderado en los hechos o sólo en la palabra. Adelantar su gabinete con gente experta, honrada, patriota, debe ser el comienzo de una serie de mensajes clave diseñados para disipar el temor de que, como decía Adolfo Ruiz Cortines de Ernesto P. Uruchurtu, López Obrador sería un buen presidente…los primeros 20 años de su gobierno.

Su honestidad, que la tiene, debe servir para convencer sobre la factibilidad de oxigenar la política. La congruencia, que la tiene, debe comunicar que no es dogmatismo, sino base para construir un proyecto incluyente de país. Falta convencer que es demócrata y que tiene una agenda económica moderna.
Tiene tres semanas para lograrlo.

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